Una separación al tris de diluirse

Una separación al tris de diluirse

Hoy los dominicanos celebramos el 166 aniversario de aquel inolvidable febrero histórico cuando un grupo de arriesgados compatriotas, con más corazón que cordura, decidieron ponerle fin a la ocupación, que por 22 años Haití había mantenido al invadir la parte oriental de la isla en 1822.

El aniversario de hoy reúne características muy distintas a los anteriores. Ya eran rutinarios de izadas de bandera, ofrendas, tedeums, desfiles militares, comparsas carnavalescas en las calles y discurso presidencial de rendición de cuentas ante una magna asamblea del Congreso, en sesión conjunta.

El 12 de enero Haití fue devastado por un sismo con más de 200 mil muertos y millones sin techo, de manera que el futuro de esa empobrecida sociedad no es tan halagüeño, pese a la buena voluntad de decenas de naciones que han volcado cuantiosas ayudas para socorrer a los damnificados, contrastando esa solidaridad de hoy con la que no se materializó en 1842, cuando Cabo Haitiano fue destruido por un terremoto de potencia similar al de este año.

Millones de seres han perdido todo, sus angustias y desesperaciones comienzan a incrementarse el ver que sus precariedades y carencias van en aumento y no se están resolviendo con la debida celeridad.

Miles de haitianos viven en la parte oriental de la isla donde trabajan, comen y disfrutan sin acosos. Conociendo eso, los haitianos damnificados, solo tienen sus pies para caminar hacia la salida del Sol en la isla y pretender lograr lo que las armas haitianas no lograron durante los acontecimientos bélicos de 1844 a 1855, donde la valentía y coraje unido a la metralla dominicana, pudo imponer la existencia de una patria libre y soberana.

Aquellos ideales de una patria libre, pregonados por Juan Pablo Duarte y los suyos, fueron más fuertes que los temores de no poder enfrentar a un adversario mejor armado y poderoso. Las agallas criollas suplieron la falta de armamentos para materializar la existencia de una patria libre, por la que el patricio y sus compañeros, habían estado luchando desde 1838.

Ciento sesenta y seis  años después de aquellos épicos acontecimientos, el destino, al filo de una terrible tragedia, nos ha colocado ante un nuevo escenario de imponderables acciones y decisiones. Esto obliga a haitianos y dominicanos a emplearse a fondo para rescatar a los primeros y construir a su nueva patria en acción mancomunada, muy distinto a lo que ocurriera en el siglo antepasado que dio origen a República Dominicana.

Al menos las mentes de las autoridades de los dos países de la isla se han espabilado, y en acciones correctas y de una apertura increíble antes del 12 enero, han aunado esfuerzos de asentar las bases del proceso de renacimiento de Haití para establecer una nueva nación, que surja de los escombros, de manera que la probabilidad de una poblada haitiana hacia el oriente isleño solo quede en la mente de los haitianófobos.

En este aniversario de la gesta patriótica de febrero, y conmovidos por la desgracia del vecino país, solo nos queda continuar con esa acción solidaria tan admirable e increíble de un país pobre, dándole vigencia al mandato divino de amarse los unos a los otros, socorriendo a un país pobre en su devastadora desgracia.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas