Una separación que se cae a pedazos

Una separación que se cae a pedazos

Han transcurrido 165 años de la jornada heroica de los patriotas que creyeron en una patria soberana e independiente, y se lanzaron a sacudirse del yugo haitiano, que por espacio de 22 años había establecido sus reales en la parte oriental de la isla, para hacerla una e indivisible. Las prédicas de Juan Pablo Duarte surtieron sus efectos, junto con su estrategia inicial de unirse a los reformistas haitianos para sacudirse del yugo de Boyer.

La celebración del aniversario de la separación e independencia dominicana, encuentra al país, que lenta e inexorablemente, está siendo arropado por una invasión pacífica haitiana, que a nombre de una mano de obra necesaria o de que se le reconozca su derecho a legalizarse por haber nacido o residir en territorio dominicano, van empujando a la Nación hacia un destino incierto que requerirá de muchas definiciones patrióticas para mantener la dominicanidad.

Desde 1961, los gobiernos y políticos dominicanos han preferido el sistema de hacerse los desatendidos para no enfrentar una situación espinosa, que a cada momento hace crisis con las exigencias haitianas y de sus corifeos, denuncian a los dominicanos ante el mundo como agresores y violadores de los derechos de los haitianos de hacer lo que les dé la gana en territorio dominicano.

Los gobiernos dominicanos han sido vacilantes para hacerle frente a las relaciones entre los dos países, ya que las autoridades locales han sido influenciadas por los intereses que se mueven en torno al trasiego de la mano de obra haitiana para trabajar en la construcción y la agricultura, de manera que la creciente demanda, garantice el abasto para el servicio que son requeridos.

En aquella ocasión de 1844 la inseguridad se anidaba en las mentes de los que patrocinaban una república independiente. Los más jóvenes, en su inmadurez, decidieron enfrentar a las tropas haitianas mucho más poderosas y mejor armadas, los separatistas de mayor edad y más zorros, que se habían integrado al movimiento separatista, procuraban que la nueva nación se refugiara en los brazos de potencias que la protegieran de Haití, ya fuera Francia o Estados Unidos.

Y en ese torbellino de pasiones, temores y de entusiasmo juveniles, se dio inicio a la República Dominicana, con presagios de una corta duración. Pese a tantos infortunios, todavía poseemos una nación amenazada, ya que por la ceguera de la clase política, cada vez que accede al poder, están más atentos a lo que pueden lograr para sus beneficios en lugar de enfrentar los peligros del ahogamiento de la soberanía. Los patriotas de febrero nos dejaron una patria, que ellos con su sangre, abonaron y cuidaron. Pese a tantos traidores, emergió una patria singular, llena de buenas y malas intenciones de la raza humana. 165 años después nos sumergimos en una sociedad de un país de desarrollo en algunos niveles; pero en otros, nos ahogamos en la incertidumbre de la pobreza y de la invasión pacífica de otra sociedad más pobre y aquí tiene la oportunidad de sobrevivir arropando nuestra nacionalidad. Y en las placas de sus vehículos colocan el Ouest diciéndonos que el Este será parte de Haití.

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