Una sociedad atrapada y condicionada

<p>Una sociedad atrapada y condicionada</p>

TEOFILO QUICO TABAR
Los dominicanos vivimos desde hace tiempo, pero hoy más que nunca, en una sociedad en la que  se han ido creando tantos hilos de intereses entre los distintos grupos y sectores que protagonizan las diferentes actividades, hasta crear  una especie de telaraña que la cubre, la ata y la condiciona. 

Los diferentes sectores se cruzan, mezclan y  entrelazan, al punto de que casi todos se han  interconectado, de forma tal, que cuando se toca uno de ellos, los efectos se sienten en otros. Esto ha dado como consecuencia una sociedad  atrapada hasta la médula y condicionada hasta mas no poder, cuyas consecuencias todavía muchos no son capaces de vislumbrar a corto y mediano plazo.

 Si  esos hilos continúan entrelazándose y fortaleciéndose aún mas,  bajo el  manto de la impunidad, de la gobernabilidad o bajo el ropaje de nuevos estilos de vida moderna y dentro del esquema  de una sociedad mas “avanzada”, permeando el comportamiento de la gran capa social, será mucho más preocupante y peligroso, porque ya no se estará dando como ahora, en determinadas capas, mayormente en  las cúpulas actuantes en la mayoría de las esferas sociales. Si se continúa influyendo y empujando este esquema negativo al resto de la sociedad, se convertirá en una calamidad solo curable con una hecatombe, y no estamos lejos de ello.

Con frecuencia se rebuscan palabras para disfrazar las realidades o las verdades. Se  ofrecen excusas o explicaciones, la mayoría carente de fundamentos lógicos para justificar  acciones o inconductas. Nos han estado conduciendo a una sociedad donde no se sabe bien lo que es verdad completa o mentira disfrazada. Una cosa es lo que se dice y otra la que se calla. Casi nadie cree en el otro, aunque le hagan creer lo contrario.

Pero esto no se da exclusivamente  a lo político, es a todos los niveles: en la economía, en la educación, la banca, el arte, en el deporte, en los medios de comunicación, incluso a las áreas que deberían dedicar más tiempo a lo trascendental y lo espiritual, pero hoy, en un mundo globalizado, barnizado y retocado, le dedican más tiempo a lo que no es de su incumbencia primaria. Desde luego, como la política es lo que más incide  en lo cotidiano, es lo más notorio.

Producto  de esa interconexión entre los diferentes grupos que actúan en la sociedad, que la atan y la condicionan, hay sectores y temas que como decíamos, no se pueden tocar. Se callan, porque sus reflejos condicionantes afectarían o golpearían parte de quienes lo hicieren política o económicamente, directamente o de sus allegados. Aquí se paga para  hablar y se paga más  para  callar. Se habla porque conviene y se calla por la misma razón.

 Por eso casi nadie quiere que se hable de los conflictos de intereses que corroen, carcomen y destruyen los principios éticos y morales de la sociedad, constituyéndose  en la peor forma de corrupción. Los conflictos de intereses que se producen, tanto en lo público como en lo privado, constituyen la gran lacra de la sociedad. El verdadero flagelo, muy difícil de  combatir precisamente en una sociedad condicionada.

Combatir los conflictos de intereses se constituye en algo demasiado difícil para los gobiernos como para los sectores ligados a la política, a la actividad empresarial y comercial, a la  sindical, a las de comunicación, a las áreas  deportivas, hasta las religiosas y a muchas otras áreas, sin sentirse afectados.

Si de verdad  aspiramos a una sociedad mejor. Si deseamos combatir los males que en realidad impiden su crecimiento sano y armónico. Si creemos que hay que cambiar las cosas que nos conducen al deterioro moral. Si se entiende que la corrupción es el gran causante de los males que nos afectan y aspiramos a  una sociedad creíble, no deberíamos continuar hablando de  reformas de ningún tipo, sin antes establecer códigos de conductas y mecanismos legales  que de manera clara, definida y contundente eviten y castiguen rigurosamente los conflictos de intereses, en todas las áreas, si se quiere comenzando por la oficial. Pero ya.                                                                                                                                                                                                                           

Sabemos que el problema es grave, sobre todo, por dónde y con quién comenzar. Ahí está el detalle. Quién o quiénes van a ser escogidos para confeccionar esos códigos de conducta con suficiente calidad moral y  quiénes los van a seleccionar estando libre de conflictos de intereses.

Tenemos la obligación de reconvertir nuestra sociedad en creíble, pero primero y sobre  todo lograr que los protagonistas del diario hacer, puedan representar los verdaderos intereses nacionales y no el de los grupos que han hilvanado el manto que la cubre, condiciona y  mantiene de rodillas ante los intereses que representan, sin que nadie se atreva a tocarlos.

Tabasa1@hotmail.com

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