El gigante asiático Mao Tse-tung inmortalizó su legendaria frase de que, “quien no investiga no tiene derecho a la palabra”. Queriendo significar de manera inequívoca que, si usted no ha investigado, analizado y razonado respecto alguna situación le está privado del derecho a opinar sobre la misma. En virtud de eso, quien ignora los antecedentes y esencia de un tema X más que conceptualizar sobre el mismo no estaría haciendo otra cosa que, convirtiéndose en un papagayo pasible de ser objeto de manipulación y de una posterior capitalización de su profusa ignorancia.
No sale de mi memoria el gran alboroto y hasta los disgustos de una gran parte de la población, quienes entraron en un estado colérico cuando el ex presidente de la república Leonel Fernández dijo, “que la mayoría de los dominicanos no sabían conceptualizar” y, lo paradójico de ese acontecimiento fue que la gran mayoría actuó criticando esa aseveración; utilizando la misma miopía y pasión que dieron origen al comentario de Fernández. Nadie puede refutar que cuando se trata de política, deporte o religión el dominicano más que en un analista se convierte en una bocina, que replica y multiplica con una inconmensurable obnubilación todo lo que escucha; eliminando por completo la posibilidad del enriquecimiento científico y pedagógico del debate.
La Máquina de Repetir
El dominicano es un ser tan singular y pintoresco que parecería que fue la musa inspiradora del cientista político Italiano Giovanni Sartori para la realización de su obra titulada “Homo Videns, La Sociedad Teledirigida», en la que el mismo trata sobre la modificación y empobrecimiento de la capacidad cognoscitiva del hombre, mediante la proliferación de la televisión y la videografía cuyos conceptos encajan a la perfección en República Dominicana, donde una encuesta de Photoshop, un reportaje de patio y hasta el comentario de un intelectual condicionado pueden lograr la mediatización, la convulsión y hasta la legitimación que no consiguió Joseph Goebbels en la Alemania Nazi; aún con todo el poder y los recursos que tenía.
Es casi seguro que ningún otro ciudadano del planeta sea tan repipi y locuaz como el dominicano, inclusive, es receptivo a la transculturación en aras de poder adoptar, hablar y repetir de aquellos tópicos de los cuales en esencia es un neófito. En ese sentido, esas características sui géneris le permiten embonar a la perfección dentro del grupo del que habla el gigante argentino del derecho el magistrado Eugenio Raúl Zaffaroni, cuando dice. “Que algunos padecen de ausencia de categorías pensantes”, lo que ha llevado al dominicano a encarnar una personalidad vocinglera; que es tan pletórica como dañina.
Viviendo el Día a Día
Resulta increíble, cuestionable y muy displicente ver cómo los ciudadanos cuyo gentilicio debería de ser “Gallo loco”, pueden convertir en líderes, en famosos y hasta en millonarios a individuos que no han aportado nada al país y mucho menos, al conocimiento, ya que los mismos no pueden dar lo que no tienen porque que carecen de educación y lectura. Con el agravante, de que son esos los mismos ciudadanos los que ignoran a través de una opulenta mayoría las investigaciones y los libros, pues cuyos cerebros atrofiados;solo se discurren en una rivalidad discursiva de saber quién es mejor si Don Miguelo, Mozart La para o Vakerό.