Una sociedad de violencia explosiva

Una sociedad de violencia explosiva

No hay dudas de que llevamos el germen de la violencia incrustado hasta el tuétano. Y es un legado genético de las generaciones dominicanas que llevan a flor de piel una explosiva reacción para cualquier cosa que nos incomode y perturbe nuestra tranquilidad.
Parece ser que la mezcla racial produjo una mezcla y reacción en la formación de las conductas y comportamientos sociales. Llevamos la agresividad a flor de piel que estalla por lo más mínimo que perturbe nuestro entorno. O el llamado espacio íntimo de nuestro accionar. Y la mezcla que forma nuestro envase humano lleva una sangre que tiene diversos porcentajes de la hispana, africana y remanente de una raza indígena originaria de las Antillas.
Proverbialmente somos muy hospitalarios. Y esa es el principal atributo que se le ofrece a los visitantes para hacer del país el destino preferido del turismo antillano. No es en vano que el país ya recibe más de seis millones de turistas al año. La característica principal de la hospitalidad que se le ofrece a los visitantes y como tal ellos lo compran y quedan encantados a la hora de marcharse hacia sus países. No ven la parte negativa de la agresividad cuando estamos al mando de un vehículo en los tapones o se está enfrascado en discusiones domésticas con la pareja, o en un juego de domino estamos perdiendo, o se está discutiendo de pelota y se forman violentas discusiones. En esos casos se pierde todo el barniz de urbanidad y buena educación. Surge el animal salvaje que es fruto de la mezcla explosiva de tantos genes que se llevan en la prolífica sangre del nativo del Caribe.
Ya en el siglo XXI, los rasgos explosivos de la violencia latente en la conducta, se manifiestan con más fuerza a medida que aumentan los desafíos de la época. Desde buscar el sustento hasta disfrutar de la prosperidad artificial que proporciona un dinero obtenido por el ejercicio de los más diversos negocios. Desde la actividad legal, el blanqueo de dinero, tráfico de drogas o político disfrutando del poder con los sobornos y comisiones, hay todo un abanico para insertar a quienes buscan los medios para enriquecerse.
Y la violencia viaja aparejada a todos esos afanes y se manifiesta en casi todas las actividades que desarrolla el ser humano. No hay violencia más perjudicial que la delincuencia ha instaurado en el país con un auge imbatible y desafiando la represión policial.
Por igual existe otra violencia que preocupa de mala manera a todos que estudian la conducta de las parejas. Es la forma tan infame con la cual hombres desaprensivos masacran a sus parejas. Es una escalada preocupante y es una ocurrencia mortal que no se la ha podido ocultar en su alarmante cantidad de sucesos de esa naturaleza. Esa violencia familiar preocupa y obliga a buscar acciones que motiven a las parejas a buscar ayuda antes de que llegue la tragedia. Y ocurre que la tragedia llega cuando la policía muchas veces no le pone atención a las querellas de las mujeres amenazadas por sus compañeros. Cuando ocurre el desenlace fatal, ni siquiera la policía busca una justificación. Da igual que la ciudadanía sigue indefensa con autoridades que solo ven hacia una dirección de olvidarse de las angustias de la mujer. De nada ha valido que se pretendiera filtrar y controlar las malas noticias de accidentes, asaltos y asesinatos de mujeres por sus compañeros. Y es que las redes sociales con el alcance que tienen llevan a todos los rincones del país las noticias de lo que ocurre al instante. Aun cuando las maquillen y acomodando la verdad a intereses que emanan de quien envía el mensaje por las redes.
No hay dudas que la agresividad que preocupa es la que desarrollan los dominicanos cuando conducen un vehículo. Y esa violencia es la razón fundamental para los mortificantes tapones que a diario se producen en todas las calles y carreteras diseminadas por todos los rincones del país, en especial la capital y Santiago. Incluyendo las agresiones añadidas que muchas veces pasa a los hechos dejando las palabras muy atrás para resolver con el uso de armas de fuego. Los tapones se producen cuando la violencia se manifiesta en la forma agresiva de conducir del dominicano. El guía le da poder al conductor y los convierte en seres poderosos más que si fueran choferes de voladoras. Nadie quiere ceder, por lo tanto da lugar a los grandes tapones que a veces duran un tiempo inconcebible en una ciudad medianamente organizada. Y con autoridades desbordadas por el número de conductores y las demandas de las gentes.

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