Una sociedad en destrucción

Una sociedad en destrucción

Hay varias respuestas para los aventureros electorales y quizás la fundamental sería modificar o cambiar las instituciones que maneja el Estado, adecuándolas al presente histórico para abaratar los costos de producción y lograr a corto plazo la prosperidad, dar paso a toda la población para que se una monolíticamente a la actividad económica y social; es decir, igual oportunidad de trabajo para todos en iguales condiciones. En esta forma cada ciudadano puede ser su propio Empresario, que es como se obtiene una auténtica democracia y se crearía en esta forma una verdadera y robusta economía de mercado.

Un criterio sumamente importante es que reorganizando el país todos los dominicanos podríamos comprender mejor el concepto de bienestar social, que en sus programas nos ofrecen líderes políticos; es importante que el país se aboque a un acuerdo de objetivos comunes como un gran proyecto nacional, mediante el cual se logre entre todos objetivos definidos, para que el Estado, gobernado austeramente, provea todos los medios para la obtención de metas reales de desarrollo sin prejuicios para ninguna de las clases sociales; esto es, que sin embarcarnos en tareas imposibles, nos pongamos de acuerdo en objetivos legítimos.

Evitemos con todas las fuerzas de la Nación convertirnos en “una sociedad que se autodestruye, una sociedad sin freno, sin temor, sin respeto”, seamos reflexivos, evitemos, repito, la caída de la credibilidad de la clase política y recordemos que la esencia de la democracia es mantener un diálogo abierto y tolerante hacia la realidad y lo importante, al final de todo, son las actitudes y las conductas. También pensemos en la inexperiencia, en “los malos hábitos, corruptelas y vicios de comportamiento y que si no se corrigen desde el principio pueden dañar perdurablemente el sistema”.

Como punto final, reproducimos un principio del economista Wilfredo Pareto, citado por el Padre José Luis Alemán S. J., en un artículo publicado en el Listín Diario en 1987: “Para que un proyecto sea simplemente bueno tiene que salir beneficiada por lo menos una persona, y nadie puede ser dañado”.

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