La sociedad dominicana hoy, como nunca antes, transita un proceso de disolución moral que le conduce al peligro de la anomia y a una de esas convulsiones periódicas, pero cadenciosa, que han jalonado su turbulento acontecer republicano de 170 años.
Convulsiones periódicas que se produjeron al nacer mismo de la patria el 27-2-1844; el 16-8-1863 con la Guerra Restauradora; el 2-3-1878 con el fin de los fatídicos Seis Años del apóstata de la nacionalidad dominicana Buenaventura Báez Méndez; el 26-7-1899 con el ajusticiamiento del sanguinario tirano Ulises Heureaux, el terrible Lilís; el 30-5-1961 con la eliminación de otro tirano abyecto, generalísimo Rafael Leonidas Trujillo; el l9-11-1961 con la expulsión del criminal Ramfis Trujillo y sus criminales tíos Negro y Petán; el 24-4-1965, con la deposición del corrupto y sangriento Triunvirato que presidió Donald Reid Cabral, y el 16-8-1978 con el advenimiento de un gobierno decente y respetuoso de las libertades públicas sin políticos presos, ni muertos ni deportados, que presidió Antonio Guzmán.
Hoy, la sociedad dominicana presenta un cuadro de disolución moral al que lo ha conducido el Partido de la Liberación Dominicana, una apostasía a su preclaro fundador, el impoluto presidente Juan Bosch, no imitado por sus seguidores con la exclusión de Lidio Cadet, Ramón Andrés Blanco Fernández, José Tomás Pérez y José Joaquín Bidó Medina, y por eso están donde están y no se les toma en cuenta para nada.
La Suprema Corte de Justicia al proceder a archivar, sin conocer en un juicio el caso del senador Félix Bautista (PLD-SJM) y dilucidar cómo declarando RD$7 millones obtuvo RD$3 mil millones y que solo un 45% entregó a la Cámara de Cuentas su declaración jurada de bienes, signos que avalan la gran decepción de mi sociedad en disolución moral.