Una sociedad política involutiva (1 de 2)

Una sociedad política involutiva (1 de 2)

RAFAEL AUGUSTO SANCHEZ HIJO
«Las convicciones políticas son como la virginidad: una vez perdidas, no vuelven a recobrarse». Pi y Margall
En el esquema de mi fantasía mental existió en algún momento la posibilidad de que la involución que ha estado experimentado nuestra sociedad política y económica desde hace muchas décadas había llegado a su fin.

Al despertar de mi sueño a la cruda realidad me encuentro con una sociedad totalmente desfasada y divorciada de todos los preceptos y cánones de una sociedad justa y humanitaria, de la forma en que la concibió Juan Pablo Duarte y demás forjadores de nuestra nacionalidad. Una sociedad muy evolucionada tecnológicamente pero muy inmadura políticamente, muy injusta económicamente y sobre todo muy deshumanizada.

Una sociedad con una nueva justicia que a partir de 1994 ha jugado un papel estelar y de la que estamos seguros ha evolucionado positivamente bastante; sin embargo, a la que todavía le queda un gran camino por andar. Una justicia que a veces su esfera de acción no tiene la autoridad suficiente para ver cumplidas sus decisiones. Una justicia que ha retrocedido, como tribunal de alzada, con casos como el de Orlando Martínez, que rebajó las condenas impuestas en el tribunal inferior a los autores materiales pero que nunca se han detenido los autores intelectuales de ese abominable crimen, algunos vivos y otros muertos. Una justicia que ordenó devolver al señor Diógenes Marino Gómez el Hostal Nicolás de Ovando en virtud de un contrato entre éste y el Estado dominicano que nunca fue rescindido y que vió burlada la autoridad de su mandato, en el momento en que el propio expresidente de la República, al cortar la cinta de reinauguración, bendijo el status de ilegalidad en que se encuentra la empresa francesa que usufructúa dicho hotel. Nunca comprendimos como el ciudadano expresidente se dejó sorprender con esta situación, a todas luces carente de asidero jurídico y plagada de intereses mezquinos.

Carecemos, en lo general, de una justicia expedita la que es especialmente discriminatoria con relación a los pobres. Nuestra justicia es cara y lenta. Muchos indigentes se pudren en las cárceles de nuestro país porque no tienen la cuota de peaje que deben pagar a los custodios para presentarlos al juez.

Una sociedad organizada políticamente como lo demandan las sociedades democráticas está organizada en partidos. Los tres mayoritarios han visto sacudidos sus cimientos por crisis internas producto de la inconformidad por la forma en que se han desenvuelto sus respectivas convenciones. Crisis que forman parte de los eslabones del proceso de involución que están sufriendo. La cultura del fraude está arraigada muy profundo en el corazón de estas instituciones. Unas veces hace su aparición en el seno de ellas y otras veces se manifiesta entre sí en cada torneo electoral.

Es una sociedad política involutiva la que observa a un partido mayoritario luchar contra la reelección presidencial desde su fundación, y una vez alcanzado el poder la hace aprobar sin timidez ni sonrojo.

Nos damos cuenta que vivimos en una sociedad política involutiva cuando vimos al presidente del Senado recordar, en la pasada gestión de gobierno, que todos los impuestos debían ser producto de una ley adjetiva emanada del Congreso, y no de un decreto. Y que el ex Presidente de la República seguía firmando decretos de nuevos impuestos. Peor aún, veíamos con pena, ira e impotencia a muchas dependencias del Estado que hacían recaudaciones que no eran reportadas a la Dirección de Impuestos Internos y su destino era desconocido. Es involutiva la que tolera un gasto de 10,000 millones de pesos en unos juegos teniendo de frente la cruda realidad de ver que en un hospital no se le puede aplicar un suero a un indigente por carecer ese centro hospitalario de ese producto.

Es la que observa a un presidente ordenar «dar leña» a sus conciudadanos que protestaban pacíficamente y que llevaban la «Antorcha del Hambre», organizada por el sacerdote católico Rogelio Cruz, defensor real del pueblo, por ese increíble gasto, por demás inmoral . Aunque si parodiáramos a Calderón de la Barca, al final, podríamos concluir que los juegos, juegos son.

Es la que escucha con asombro a ese mismo ex-presidente de la Republica enrostrarle al Presidente actual de proteger al principal involucrado en el escándalo del fraude a Baninter, cuando él mismo se jacta públicamente de decir que ha defendido en varias ocasiones al principal inculpado del no menos escandaloso fraude bancario de Bancrédito de más de veinte mil millones de pesos, y de haber ordenado dar marcha atrás al inicio del proceso penal en su contra, diciendo en esa ocasión que tenía que estudiar el expediente, aunque él no fuera abogado, juez o fiscal y desconociendo el precepto legal que establece que «cuando la acción pública es puesta en movimiento nada ni nadie puede detenerla». Ni siquiera el encargada del Poder Ejecutivo. Por lo menos eso dice la ley.

Es la que ve con pena que los privilegios estén tan marcados, que ese mismo inculpado nunca haya visto ni siquiera de lejos la puerta de la cárcel de la misma forma que la han visto y sufrido los demás acusados de los otros fraudes bancarios. Esperamos que el gobierno actual no se inmiscuya en los asuntos que solo competen a la justicia y que ésta tome las medidas correctas en todos estos casos.

Una sociedad política involutiva es la que vive una inversión de valores. Una razón para ello es ver la tranquilidad con que pastan las vacas sagradas en el establo nacional. Jamás se les molesta. Y se pasean impunes a todo lo largo de la geografía nacional. Y también de la internacional.

Es involutiva la que sufre de haber visto que en el Ministerio de Educación de la pasada gestión se recibió la queja de que el diácono Meregildo Díaz, que está en la palestra en este momento, fue acusado de inconductas en el centro donde se desempeñaba como director y en vez de tomar medidas enérgicas, se envió su caso a las autoridades eclesiásticas, sabiendo que las mismas ya habían propiciado la salida del país de un sacerdote acusado de violar niños en la parroquia de La Inmaculada. De no haber actuado irresponsablemente ambas autoridades, la pareja asesinada hoy estaría viva. En esa ocasión, la productora de televisión Nuria Piera tuvo una agria polémica con el jefe de la Iglesia Católica dominicana cuando éste no daba respuestas satisfactorias a la entrevistadora sobre las razones por la cual se le mantuvo a dicho cura al frente de esa parroquia, a pesar de todas las quejas y denuncias en este sentido.

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