Una sociedad tras las rejas

Una sociedad tras las rejas

En lugares que eran referidos como ejemplos de tranquilidad y seguridad para los ciudadanos, la gente tiene que arreglárselas tras rejas metálicas que simbolizan inseguridad, desconfianza, temor y resguardo.

El Ensanche Ozama, fruto de un capricho del tirano Rafael Trujillo para concentrar militares, especialmente de la entonces Aviación Militar Dominicana, es uno de esos lugares en que la abundante delincuencia y la insuficiente vigilancia policial han obligado a los dueños de negocios y a las familias a procurarse protección para evitar ser víctimas de asaltos y robos.

Gente que tiene hasta medio siglo residiendo en ese sector extraña la tranquilidad y seguridad de otros tiempos.

En los hogares, generalmente con las puertas cerradas o protegidas por rejas metálicas, todo desconocido que llega despierta temor y sospecha hasta que muestra claramente que no es un delincuente.

Pero lo que ocurre en el Ensanche Ozama no es más que una repetición de lo que está pasando en muchas otras partes, que tuvieron la tranquilidad y la seguridad entre sus principales características.

La inseguridad ha provocado muchos desplazamientos, pues son muchas las familias que han vendido propiedades para irse a otro lugar con la esperanza de encontrar la seguridad perdida.

-II-

No cabe duda de que hay que trabajar para ir reconquistando la seguridad en nuestros barrios y comunidades.

Entendemos que la Policía Nacional, que ha estado resolviendo con rapidez los casos de criminalidad, no puede, con su nómina actual, cubrir todas las necesidades de vigilancia y patrullaje que se requieren en estos tiempos de ofensiva delincuencial.

Y si el número de policías es insuficiente para asumir esa tarea, ni qué decir del hecho de que esos policías devengan sueldos que no se corresponden con los riesgos que asumen, riesgos estos entre los que hay que incluir no solo el de la seguridad física personal, sino también el de las tentaciones en procura de «cuadrar» el presupuesto familiar.

Garantizar buen trabajo y vigilancia efectiva con policías mal pagados es una utopía que nos está costando más caro que si le pagásemos salarios decorosos a quienes están obligados a batirse con los delincuentes.

Por otra parte, es necesario que se realice una amplia consulta social que permita identificar con acierto las debilidades de un sistema judicial que parece proteger más al delincuente que a sus víctimas.

Sin cuestionamientos particulares a instancias judiciales, en alguna parte de la maquinaria de administración de justicia se están propiciando condiciones que facilitan la excarcelación de inculpados en tiempo récord.

Se ha generalizado una pérdida de la seguridad que ha obligado a nuestra sociedad a desempeñarse tras las rejas, desconfiada y huidiza, abrumada por el temor y la sospecha.

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