Bienvenido Alvarez-Vega
Han hecho muy bien los políticos, los legisladores, diversas organizaciones y los medios de comunicación que han expresado su solidaridad con el Presidente de la República Leonel Fernández ante las airadas protestas que grupos de ciudadanos haitianos montaron frente a la Casa de Gobierno de Puerto Príncipe, Haití, para rechazar allí la presencia del jefe del Estado dominicano.
Aunque la opinión pública desconoce los motivos reales que llevaron al doctor Fernández a visitar Haití en estos momentos particularmente difíciles, siempre se entendió que el gobernante dominicano procuraba reafirmar su buena vecindad y la comprensión de las circunstancias extremas que vive la nación más pobre del continente. Tal vez el Presidente consideró válido un gesto así ante las tensiones derivadas de los enfrentamientos particulares registrados en los últimos meses entre dominicanos y haitianos.
Otros piensan que el doctor Fernández viajó a Haití dentro de una estrategia trazada por el gobierno norteamericano para darle un nuevo giro a la protección de la frontera. Quienes así piensan citan las recientes visitas de altos militares norteamericanos a la franja fronteriza, la preparación y entrega al gobierno dominicano de un estudio sobre la zona, estudio que contiene, hasta donde se ha podido saber, una agenda de recomendaciones para hacer de los límites fronterizos un espacio menos vulnerable al tráfico de estupefacientes, al traslado de armas de fuego y al terrorismo.
Incluso, ha trascendido, sin confirmación, que organismos de seguridad habrían advertido al Palacio Nacional las condiciones social y políticamente caóticas de Haití, pero estas advertencias lo único que habrían servido fue para reforzar la seguridad militar del jefe del Estado dominicano.
Pero sea lo que fuere, lo concreto es que el doctor Fernández consideró necesario visitar al presidente y al primer ministro haitianos, y así lo hizo. Su decisión personal era irreductible o las obligaciones de Estado así lo aconsejaban.
Las protestas contra el gobierno dominicano eran de esperarse, si nos atenemos a la lógica de los acontecimientos migratorios de los últimos meses y a la lógica que tiene el común de los haitianos de traspasar la frontera en busca de mejores condiciones de vida. Ha habido tensiones derivadas de situaciones de hecho, ha habido deportaciones, el padre Riquoy fue sacado del país y el tono de los grupos más rabiosamente antihaitianos ha subido a niveles altos y en ocasiones hasta preocupantes.
Los haitianos, además, se han habituado a cruzar la frontera con tanta facilidad que ya consideran un derecho buscar mejores condiciones de vida en la República Dominicana. Miles y miles ingresan cada mes, según los vemos en las zonas rurales, donde trabajan en distintas tareas agrícolas; en los pueblos, donde laboran en la industria de la construcción, incluyendo las obras del gobierno; donde copan las esquinas ofertando diversos productos y mendigando; o trabajando como serenos, jardineros, lavando vehículos de motor, etcétera. En cada caso, estos haitianos cuentan con la complicidad de unos patronos que prefieren una mano de obra más barata que la local, sin importar las derivaciones y consecuencias que esto pueda tener.
Quienes el lunes levantaron las protestas en Haití, quienes quemaron gomas y fotos del doctor Fernández, quienes vociferaban consignas infamantes, quienes persiguieron la caravana presidencial y lanzaron piedras y otros objetos, quienes obligaron a los visitantes a reducir su programa de actos, quienes pusieron a los dos países a un tris de una situación diplomática y militar engorrosa, parece que en ningún momento pensaron en el daño que le hacían a los millares de sus compatriotas que se encuentran aquí trabajando de manera pacífica y ordenada. Cuanto importaba era deslucir la visita del Presidente dominicano, y lo lograron.
Aquí y más allá de nuestras fronteras todos sabemos que el doctor Leonel Fernández no se merecía ese trato. Tampoco merecía que las autoridades haitianas fueran tan pasivas ante unos manifestantes a los que nunca se les debió permitir protestar a las puertas de la Casa de gobierno. Era un amigo de Haití que los visitaba, un mandatario que no se ha distinguido, precisamente, por tener un discurso y una política de gobierno de denuncias y de represión contra los miles de ilegales establecidos aquí en el país. El doctor Fernández ha sido comprensivo de la situación haitiana y desde su anterior gobierno ha instado a la comunidad internacional, como ningún otro jefe de Estado, a que acuda en ayuda de Haití y de su rehabilitación social, política y económica.
Estas son las razones por las cuales nos han parecido oportunas y muy consecuentes las expresiones de solidaridad con el ciudadano Presidente Leonel Fernández.