Una solución lesiva al país

Una solución lesiva al país

LEANDRO GUZMÁN
En los últimos años son muchas las voces que han surgido para analizar el problema de los reiterados apagones que se producen en el país, que ocasionan un daño enorme no solamente a los grandes industriales, si no también a las pequeñas empresas y a los consumidores de electricidad en general. Las propuestas para solucionar ese grave problema que se refleja negativamente en la economía y en la salud de las personas, que viven irritadas a causa de los apagones, han sido múltiples.

Unos proponen el uso de la energía eólica o la energía solar, otros despistados la energía nuclear, algunos la derivada del uso del carbón y, posiblemente los más sensatos, la energía hidráulica.

Hasta ahora, todo se ha limitado a palabras que se las lleva el viento, pues concretamente nada se ha decidido. Sin embargo, hace poco la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE), anunció con bombos y platillos que el Gobierno se propone adquirir dos plantas generadoras de electricidad con el uso del carbón mineral, cuyo costo ha sido provisionalmente estimado nada más y nada menos que en 500 millones de dólares.

Según fuentes enteradas, vinculadas a tales negociaciones, se trata de plantas viejas, que datan de 1994 y que deberán ser remodeladas para adaptarlas a la tecnología eléctrica actual. Pero aún más: se afirma que el proyecto implica que el Gobierno deberá «prestarle» a la Wesmont Power -vinculada al proyecto- la friolera de 140 millones de dólares para la primera planta, que supuestamente serían reembolsados con la energía que produzca cuando esté terminada. El resto de los fondos serían aportados por Wesmont para la segunda unidad de 600 megavatios, sabe Dios cuándo.

En primer lugar, las actuales autoridades saben muy bien que todos los combustibles producen algún tipo de contaminación, siendo el carbón mineral el peor de todos, tanto por el tipo específico de daño como el volumen global producido. La industria mundial de electricidad que depende del uso del carbón es la gran generadora de bióxido de carbono (CO2), de gran toxicidad, pero además de cenizas que salen de las chimeneas de las plantas. Esas cenizas suben a las capas superiores de la atmósfera y colaboran en la formación del llamado «efecto invernadero», que a la vez contribuye al calentamiento de la tierra, a la desertificación, en perjuicio de la producción de alimentos, precisamente en momentos en que se anuncia un crecimiento inusual de la población dominicana, con el incremento de la migración haitiana. Otro aspecto no contemplado es que de ese carbón mineral es que sale el famoso «rock-ash», existente en las primeras dos plantas Itabo de Haina y acerca del cual jamás han hablado los ecologistas.

En un corto plazo, inmediatamente comienza la combustión del carbón, se genera la denominada lluvia ácida, que produce la corrosión de edificios, monumentos y estatuas, tal como puede apreciarse desde hace mucho tiempo en la Catedral de Santo Domingo.

Sería ser muy insensato para oponernos a que se busque una solución satisfactoria al problema del suministro de energía eléctrica en el país, ahora agravado con los altos precios del petróleo, que no producimos. Pero eso no quiere decir que estemos de acuerdo con proyectos que se sumarían a los que están ocasionando daños irreversibles al medio ambiente y a nuestros recursos naturales, entre ellos la vital agricultura, que también es un bien natural aunque pocas veces se le toma en cuenta a la hora de hablar de ecología.

No podemos estimular, ni aceptar, soluciones que contribuyan a la contaminación o a limitar nuestras potencialidades agrícolas, cuando hay otros medios más convenientes para contribuir a una mayor generación de energía, a menor costo, como son por ejemplo, los proyectos hidroeléctricos. Los organismos oficiales encargados de poner en marcha esos proyectos, algunos engavetados y otros en negociaciones, cuyo detalles no se han revelados, no sabemos por cuáles motivos, deben ser realistas y poner todo su empeño en no actuar como lo hacen algunos médicos: que en su deseo de aliviar la dolencia de un paciente que está al borde de la muerte le aplican una medicina que, sin bien los mejora momentáneamente, le ocasiona la muerte segura a mediano plazo.

Ese es el caso de las plantas de carbón, que pueden ofrecer una mediana solución a corto plazo para que haya menos apagones, pero que finalmente producirán más daños que los que se trataban de evitar.

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