El Parque Colón continúa siendo una tradicional opción de sana recreación familiar. Nada ni nadie le hurta su protagonismo, ni las muy de moda plazas comerciales y mucho menos la realización en el país de grandes eventos sociales y políticos.
Esta legendaria plaza mantiene su encanto, y visitantes cautivos.
La tarde del pasado domingo 6, mientras cientos de carrozas y comparsas desfilaban por la George Washington en el Desfile Nacional de Carnaval, y entusiastas perredeístas asistían a su convención a votar por Miguel Vargas Maldonado o Hipólito Mejía, el Parque Colón mantenía su ritmo habitual.
Ni los contagiosos merengues de Carnaval que se escuchaban con nitidez desde esta importante avenida irrumpían el ambiente de sosiego. Los más habitués se saludaban con apretones de mano e hilvanaban, sin efervescencia, largas conversaciones, en las que el tema central era el evento político del día.
Por momentos, el hermoso y sincronizado vuelo circular de las palomas capturaba su atención, pero volvían a retomar la conversación, tal vez conscientes de la belleza del espectáculo natural y, por supuesto, del entorno.
Como siempre, los niños fueron los que más disfrutaron: correteaban detrás de las palomas con gran algarabía, como si quisieran atraparlas, en tanto, los vendedores de maíz aprovechaban su emoción para vender las funditas del alimento a 25, 20 ó 15 pesos, según el perfil o apariencia de los padres.
Aire bohemio. Situado en el extremo oriental de la calle El Conde, en este parque se respira ese aire bohemio tan característico de su ubicación: la Zona Colonial. Turistas, vendedores ambulantes, enajenados mentales y personajes emblemáticos se confunden a su paso por este espacio y conspiran, una vez más, para que esta plaza no pierda su esencia. Al extremo sur, el imponente edificio de la Basílica de Nuestra Señora de la Encarnación, Catedral Primada de América, se percibe vigilante. Mientras, en los bares, que operan a todo lo largo del extremo oriental, sus dependientes recibían y despedían a quienes buscaban degustar de un buen puro o una friísima cerveza. En el centro, la estatua de Cristóbal Colón, creación del escultor francés E. Gilbert, con el brazo izquierdo tendido hacia el noroeste, recuerda los orígenes de esta ciudad.
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Historia
Patrimonio de la Humanidad, este parque sirvió como centro principal de fiestas de la sociedad colonial, ya que le daba vida y esplendor al poblado de La Isabela, y sus alrededores.
En 1506 fue llamado por el nombre de Plaza Mayor de Santo Domingo, y con el paso de los años ha sufrido diversas modificaciones. El nombre de Plaza Mayor fue dado en honor al Comendador Mayor de la orden de Nicolás de Ovando, encargado de trasladar la ciudad a la parte occidental del río Ozama, quien llegó en 1502 a Santo Domingo.
Luego fue llamado Plaza de la Catedral, por su cercanía a la Catedral Primada de América, hasta que el 27 de febrero de 1887 fue inaugurado oficialmente como Parque Colón.