Una tarde taurina al estilo seibano

Una tarde taurina al estilo seibano

EL SEIBO. Desde las 3 de la tarde, la Plaza de Toros de la ciudad Santa Cruz del Seibo comenzó  a abarrotarse de personas.

Hombres, mujeres y, sobre todo, niños y jóvenes, acudían a presenciar  el gran acontecimiento.

Una vez más, como se acostumbra desde hace 200 años, en estos primeros días del mes de mayo se hacía una corrida de toros al estilo seibano.  Y el evento es tan esperado que ni la tediosa nube que desde hacía una hora estaba posada en el mismo centro de la plaza, ni sus amigas, las gotas de lluvia que le precedieron, disminuían el entusiasmo del público que se mantenía pegado a sus asientos.

¡Llegaron ellos! -gritó una voz a eso de las cuatro y media de la tarde, con lo que indicó que ya los toros habían sido trasladados desde el Distrito Municipal de Pedro Sánchez, donde son apartados  para que adquieran bravura y hagan más espectacular la batalla que hombres y toros iniciarían en unos instantes.

Emoción fue  la respuesta que obtuvo la voz de parte de las aproximadamente  3,000 personas que se encontraban presentes.

¡Ooooooolé!  Tres hombres, pequeños en estatura, pero muy grandes en coraje, vistiendo trajes de tafetán en colores rojo, verde y limoncillo,  se situaron en los extremos del centro de la Plaza de Toros de la ciudad de El Seibo.

Eran las 5:30 de la tarde cuando unos fuegos artificiales y el sonido de la trompeta anunciaron que ahora si tendría lugar el comienzo del evento. La aparición de un toro pardo lo confirmó.

Dos muchachos del pueblo enfrentaron al toro con un muñeco “para comprobar la bravura del animal”. Éste, quizás todavía un poco  desorientado, lo ignoró, y evadió también al joven torero vestido de rojo que se le acercó primero.

Similar comportamiento tuvieron el segundo y el tercer toro. Por las pocas ovaciones  del público, era notorio que su nivel de bravura no complacía a los presentes. Pero ahí estaba el tercer  toro, corriendo a todo lo ancho de los setecientos metros cuadrados de la plaza cuando de repente un joven, arriesgado por demás, saltó del público y se le subió al lomo. 10, 20, 30, 45 segundos duró el chico, a quien algunos conocidos llamaban  “Gallé”,   montado en el animal.

La monotonía de los tímidos toros iba a adueñarse de nuevo de la jornada cuando un toro negro entró corriendo al escenario y, a diferencia de sus predecesores, golpeó el muñeco y luego se fue directamente sobre el torero vestido de rojo, a quien tumbó, pero siguiendo lo que dicta la norma, el joven torero se quedó quieto.

El toro se retiró y el torero se levantó, pero en esta ocasión su traje rojo estaba lleno de lodo y su mano izquierda herida. Recibió los primeros auxilios de lugar e ignorando el consejo de sus allegados decidió continuar con la corrida. 

Al parecer el torero era igual de bravo que el toro negro.

“El toro de los muchachos”.  Durante unos siete minutos, una caterva de apróximadamente veinte  enérgicos muchachos corrieron de aquí para allá al toro número cinco que había sido reservado para estos fines.  Pero rápidamente fue vencido. Por lo que el grupo de jóvenes se dirigió a los organizadores y conjuntamente gritaron. ¡Queremos el toro negro!, pedido que de inmediato fue apoyado por el público.

Todos fueron complacidos

Nueva vez el toro negro entró con fuerzas y correteó, tumbó, pisó y golpeó a uno que otro muchacho que se interponía en su paso. No valía que fuera atacado en turba, ¡éste toro sí era bravo!, tanto que cuando se cansó saltó la cerca. La euforia  se elevó al máximo. Los presentes aplaudían y  gritaban:  “¡wao!”.  

De nuevo los muchachos y el público gritaron:   “¡Queremos el toro negro!”.   Pero ya eran las 6:30 de la tarde y los organizadores decidieron que era suficiente diversión por esta tarde.

Gedorkis Palmero

“Yo quiero ser torero”

A sus 17 años, a Gedorkis  lo mueve un sueño: él quiere ser torero. Nos contó que una  vez en una corrida de toros se ganó “cuatro mil tablas” (pesos), porque el locutor lanzó un desafío y él aceptó. Se atrevió a montar un toro y resistió encima del animal unos tres minutos. La emoción de ese momento prevalece en su mente y desde entonces definió su futuro: las corridas de toros.

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