Una tarea para la academia de la historia

Una tarea para la academia de la historia

NATACHA SANCHEZ (1 de 2)
La Historia es el ámbito en el que se desarrolla la naturaleza íntima del hombre. De ahí que los pueblos tengan elementos que determinan su identidad, la cual, como conciencia de pertenencia a un grupo o territorio y de los valores que de esa condición se derivan, los hace transitar unidos hacia un destino compartido.

La identidad de los pueblos se construye día a día pero hay elementos de su condición que permanecen en el tiempo y son los que van a determinar sus características propias, tanto en sus códigos de comportamiento como en su símbolos.

El pueblo dominicano, por su accidentada historia, mezcla de tantas culturas, aún se debate entre lo que se dice ser y lo que se busca ser.

Nuestra historia, sin embargo, está llena de símbolos que nos permiten reconocernos porque ellos encierran nuestras tradiciones así como nuestra vida intelectual, artística, moral y material, lo que hace que tengamos una cultura común.

Existe, empero, en nuestro país una tendencia a desnaturalizar nuestro símbolos y es deber de todo buen dominicano ponerle coto a tal despropósito.

Es en ese sentido que quiero, a través de estas líneas, hacer un llamado formal para que la Academia Dominicana de la Historia se pronuncie y salga a debatir públicamente sobre los símbolos de nuestra nación y del valor que ellos tienen en todo proceso histórico.

Las cosas han ido muy lejos y de eso no se ha podido escapar ni el himno nacional que en una ocasión se le quiso hacer objeto de modificaciones. El pueblo tiene que saber, tiene que tomar conciencia de que los símbolos de una nación no están sujetos a moda alguna ni a intereses políticos o gustos particulares. Los símbolos son eternos porque a través de ellos se expresa la Historia.

Dos cosas voy a señalar con las que espero provocar la atención de nuestros historiadores con la finalidad de que ellos edifiquen a los dominicanos:

– El nombre de la ciudad más vieja del nuevo mundo

– La sustitución del escudo de la ciudad por un moderno logo

Es de todos conocido que en el mes de octubre del año 2001, mediante ley del Congreso Nacional, se creó la provincia de Santo Domingo con 4 municipios. No sabemos si la ley especifica algún cambio de nombre pero lo que sí es cierto y evidente es que a partir de la promulgación de esa ley a esta ciudad, la que nació con el nombre de Santo Domingo de Guzmán, se le llama corrientemente «el Distrito Nacional» como si ese fuera un nombre y no una simple división política. Lo correcto sería que se llamara «Santo Domingo de Guzmán, D. N». Como sucede con otras ciudades del mundo que son distritos. Este es un punto importante a definir.

Ya nuestra ciudad de Santo Domingo sufrió la afrenta de que se le cambiara el nombre cuando por muchos años se le llamó «Ciudad Trujillo». Justo es que seamos celosos en preservar el nombre que la vio nacer a finales del siglo XV y principios del XVI.

Por el año de 1508, la ciudad primada de américa había crecido tanto que los procuradores solicitaron al Rey Fernando, en su calidad de Regente por su hija Doña Juana, la merced heráldica que le concedería el título de ciudad. Don Fernando suscribió el privilegio el 7 de diciembre de 1508 mediante el cual la entonces Villa de Santo Domingo de Guzmán pasó a tener los mismos privilegios, exenciones e inmunidades de que gozaban las ciudades de España.

En el texto del privilegio se describe con todos los detalles el escudo de la ciudad y éste se ajusta con exactitud a las normas heráldicas de la época en que fue creado. Su simbología nos permite definir, entre otras cosas, el origen Real de su fundación y la alta dignidad política de una ciudad que en esos momentos nacía para la historia.

Como se sabe, la Heráldica es una ciencia auxiliar de la historia porque mediante ella se pueden descifrar, explicar y componer los escudos en la descripción del viejo cronista español antonio de Herrera, pero interpretándolo erróneamente al encarnarlo, emitió otro modelo de emblema el cual se comenzó a usar a partir de entonces como escudo de armas de la ciudad de Santo Domingo de Guzmán.

Ese escudo, como se comprobaría después, no respondía a las reglas de la Heráldica y con él se rompió el hilo secular de la historia que lo garantizaba además de que trastocando sus piezas, anulando el campo de Santo Domingo y cambiando la corona por una de diseño francés, éste se afrancesó.

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