Una terrible responsabilidad

Una terrible responsabilidad

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Se habla, muy a la ligera, del Espíritu del Pueblo, expresión que procede del término alemán “Volksgeist”, tan usado por Hegel y por algunos de los llamados románticos alemanes. Hegel, el influyente (y a veces convenientemente obscuro) filósofo (1770-1831) nos dice que el sentimiento que un pueblo tiene de sí y de sus posesiones, instituciones, costumbres, pasado, etc. constituye una entidad, que es el Espíritu del Pueblo. Se trata, agrega Hegel, de un espíritu determinado por la historia.

Voy a saltar a unos versos que Goethe pone en boca de Fausto en la primera parte del poema, durante una conversación con su criado Wagner (no Richard, el músico): “Lo que llamas Espíritu de los tiempos -Geist der Zeiten-/ es, en el fondo, el espíritu de las gentes/ en quienes los tiempos se reflejan”.

El espíritu de nuestra gente, de los dominicanos, requiere urgentemente de un tónico que sane o alivie o mengüe los descreimientos en el posible éxito de un ordenamiento civilizado y democrático -no dictatorial. Es que la democracia requiere de un sentido moral, justiciero y atento a las necesidades poblacionales, que uno ve, con grande asombro, que en los Estados Unidos de Norteamérica -nada menos- el Presidente Bush se comporta, en terrenos de enorme magnitud y consecuencias -como la política en el Cercano Oriente- con el desparpajo con que se comporta, ejerciendo torpezas educativas, con los más altos funcionarios de países que visitan el Imperio.

Le da lo mismo hablarle a un Primer Ministro inglés con la boca llena de comida, usando, además palabras soeces, que masajear la espalda de la más alta representante oficial de Alemania o disponer un genocidio contra multitudes en el Oriente Cercano, en el nacimiento de un nuevo Vietnam que habrán de pagar los inocentes muchachos norteamericanos que, desde su antiguo puesto de laboriosos pueblerinos que atendían en una gasolinera, una farmacia o un pequeño supermercado, son enviados a matar sin control y a sentirse superiores al resto de la humanidad.

¿Espíritu de los Pueblos, Volksgeist?

No. En absoluto. No.

Manejo estatal. Maniobras de la superestructura política, de intereses insoñados, inimaginables para el ciudadano común, lo cual nos lleva hasta Rousseau y su Discurso sobre las Ciencias y las Artes (1750), Primer Premio del concurso abierto por la Academia de Dijon (con argumentos que ratificó ocho años después, acerca de la desigualdad entre los hombres, culpando a la cultura mal dirigida y mal concebida, de crear patrones malignos y degradantes de la original naturaleza humana.

No creo en radicalismos y totalitarismos.

Pero creo en la posibilidad roussoniana que encontramos en El Contrato Social y en la intención pedagógica del “Émite ou sur 1’education”, donde habla de un método para alcanzar la pureza del hombre natural, con la supresión de la maldad manipulatoria y egoísta acumulada por una cultura artificiosa y malvada, destinada a fortalecer desigualdades.

Que existen, pero no deben ser crueles, frías e indolentes.

Entonces. Necesitamos educación, pero educación lógica.

No procede la insistencia en las computadoras si carecemos de energía eléctrica, de atención médica y…más aún, de adecuada alimentación.

La educación empieza con una cuchara y pasa entonces al tenedor y al cuchillo que puede cortar carne, partir pedazos de víveres, servirle de fronteriza al arroz, acomodar espaguetis y pastas.

Primero lo primero.

Parece que, en finanzas, vamos mejor que China. ¡Qué asombro!

Pero el dinero tiene que llegar a los bolsillos del pueblo, como señaló el Presidente chileno, Lagos.

Me preocupa el ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres.

Siempre habrá pobres. Lo dijo hasta Cristo. Pero, como en todo, no hay que exagerar.

¿Por qué Impuestos Internos y Digenor no defienden los intereses de la gran mayoría dominicana?

¿Por qué los silencios irritantes?

Las grandes masas nacionales han reiterado su confianza en lo que puede y debe hacer el presidente Fernández.

Terrible responsabilidad.

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