Una vacuna contra las mentiras infantiles

Una vacuna contra las mentiras infantiles

MAURO CASTILLO
En nuestra consulta cotidiana se incrementa cada vez más la asistencia de padres o tutores que vienen acompañando sus hijos preadolescentes y adolescentes por el preocupante motivo de inclinarse a decir mentiras que van desde informar falsamente que no le pusieron tareas en el Colegio hasta falsificar las notas mensuales o finales de los exámenes de evaluación de aquellos conocimientos adquiridos que permitirán promoverlos a los niveles subsiguientes o indicativos de haber finalizado y asimilado el programa del curso de ese año escolar.

Este es un problema grave para el buen desarrollo de la personalidad futura de todo individuo en su vida social pues al llegar a la categoría de adultos tendrá serios problemas de adaptación profesional, ya que no habrá confiabilidad en su palabra dada. Si por ejemplo incursiona en el campo de la Política mentirá con frecuencia y sus seguidores le retiraran su confianza y todo apoyo a sus proyectos futuros. Esto mismo pasará en cualquier área profesional a que se dedique el mentiroso puesto que el descrédito le impedirá aglutinar una significativa clientela, aun teniendo una buena formación académica.

En todos los hogares los padres o tutores deben ´´inmunizar´´ a temprana edad a todos sus hijos contra la conducta mentirosa aplicándole una vacuna conductual que está en poder de los educadores de cada niño y se puede cumplir si se ejecutan los siguientes pasos:

a) Que la verdad sea la regla de oro que prevalezca durante todo el desenvolvimiento de la interacción familiar cotidiana que va desde el nacimiento de un nuevo hermanito en que se estila informarle al primogenio, que lo trajo la cigüeña hasta programar la modificación de una conducta agresiva frecuente contra su hermanita por los típicos celos, intimidándole con la amenaza de que se lo llevará ´´el haitiano de la construción´´ o el ´´Cuco´´, etc.

b) Que los propios padres no pongan a sus hijos a mentir para encubrir conductas inadecuadas sobre hechos que han acaecidos en el seno del hogar y que podría afectar la imagen moral de uno de ellos.

c) Reforzar en forma significativa como un acto admirable cada vez que el niño dé una información que se puede probar como verdadera.

El doctor Marcel Eck, describe en su obra Clasique de Neuropsiquiatria Infantil (1) tres ejemplos que son muy edificadores de esta situación tan común en nuestros hogares veamos:

1) Un joven de 17 años que los padres acusaban de ser un perpetuo mentiroso. Al ser entrevistado informó que su padre se ocupaba de vender vehículos usados y agregó que ayudaba a su padre en el negocio rejuveneciendo los carros con el método que le había enseñado y consistía en devolver el contador de Kilometraje de cada carro, eliminándole así miles y miles de kilómetros recorridos para que su motor apareciera como de poco uso, mintiéndole de esta manera a los posibles compradores.

Sin embargo, el padre le reprochaba a su hijo por el hecho de que no le dijera la verdad sobre como empleaba su tiempo libre.

2) Una madre de familia llevó su hija a la consulta porque no cesaba de mentir y de inventar historias extrañas para explicar sus retardos o sus ausencias al Liceo. Se determinó en la entrevista con la joven que su madre le pedía muy a menudo servir de testigo ante su padre de que ella estuvo en la casa sin salir a ninguna parte, cuando la verdad era que su madre le era infiel a su padre y se ausentaba, poniendo a la hija de cómplice para no ser descubierta durante sus adúlteras salidas.

3) El caso de su hijo adoptivo. Todos los trastornos que él presentaba estaban relacionados con tal situación, que él había adivinado, pero sobre lo cual sus padres nunca le quisieron hablar. Ellos le habían afirmando que él era en realidad su hijo y habían tomado todas las medidas para que él lo creyera. Pero el hijo adoptivo sospechaba siempre la verdad.

El doctor Eck advirtió que el niño ya lo sabía y se lo hizo saber a los padres en su presencia. Los padres lo tildaron de buen mentiroso porque él sabía que no le decían la verdad y sin embargo no se lo hizo saber a ellos. El doctor M. Eck concluye afirmando que todas las veces en que la verdad no es un intercambio de igual a igual, se convierte entonces en una fuente de mentira.

El niño no puede comprender (y tiene razón de no poder comprenderlo) que pudiese haber dos verdades: una obligatoria para él y la otra mucho más relativa para las personas adultas.

Este sentimiento se revela en la celebre carta de KAFKA a su padre donde se percibe claramente esta aplastante desigualdad entre el niño y el adulto delante del deber de decir la verdad.

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