Una veneración surgida
de la sangre indígena

Una veneración surgida <BR>de la sangre indígena

Mañana los dominicanos conmemoramos el día de la patrona Nuestra Señora de Las Mercedes, y hacia el Santo Cerro concurren miles de dominicanos en señal de veneración y de la búsqueda de milagros sanadores, como es la tradición desde hace siglos.

El origen de la veneración estuvo cimentada en la terrible matanza de indígenas, que los conquistadores españoles, en marzo de 1495, cometieron contra los nativos sublevados por la captura de Caonabo y su firme decisión de liberarlo, pero no contaban con la maldad de una raza europea, que con todo tipo de armas y mastines ensangrentaron el suelo del valle de La Vega Real mientras una cruz c1avada en el tope del cerro, por orden de Cristóbal Colón, se convirtió en el incentivo milagroso para que los españoles triunfaran e hicieran huir a los indígenas.

Desde aquel entonces el Santo Cerro, con su cruz de madera de níspero, se convirtió en símbolo de veneración hasta que desapareció al ser descuartizada en miles de astillas venerandas, repartida por muchos lugares y conservada como reliquias en muchas iglesias; hasta la tierra del hoyo, donde fue c1avada la cruz, fue motivo de búsqueda por los supuestos milagros que se recibían.

A 515 años de aquella batalla, que fue la decisiva para afianzar la conquista española en la isla y dejar a la población nativa en desbandada, sometidos al vasallaje de unos codiciosos conquistadores, que le impusieron excesivas cargas de tributos a la población. Cargas relacionadas con el suministro de oro y plata cada cierto tiempo, de lo que no escapaban los niños con el dedal que debían entregar lleno a los colectores españoles.

La veneración de nuestra Madre María, bajo la advocación de Nuestra Señora de Las Mercedes, se inició en esos primeros años de la conquista, y pese a que su origen estuvo ensangrentado por la sangre indígena arrancada a miles de nativos, al menos el amor cristiano prevalece en una veneración dominicana.

Esa veneración está muy por encima de lo que los españoles, de aquel final del siglo XV, consideraron que los favoreció para derrotar a una población que siempre había vivido en paz y no conocía de las maldades de la raza ilustrada, que habrá llegado para saquear los recursos naturales, que Colón urgía buscarlos, para poder abonarles a los Reyes Católicos parte de lo que se habrá invertido para financiar la empresa del Descubrimiento.

Después de tantos siglos transcurridos de aquella batalla, queda en Santo Cerro una hermosa iglesia estilo colonial y con varias instalaciones religiosas y educativas y con el agujero desde donde se sacaba la tierra bendita.

Ya nadie se acuerda del origen de la veneración del lugar que se ha convertido, sin lugar a dudas, en  uno de los dos lugares milagrosos del país conjuntamente con la Basílica de Nuestra Señora de La Altagracia, en Higüey. Ambas advocaciones de la Madre de Dios compiten en el fervor creyente de los dominicanos, y todos, no importa su condición social, acuden alguna vez a pedirle algún milagro, que les revele el número de los premios de la lotería, o hasta pregonan en una burla, que la consultan para recibir orientación en cuanto a una supuesta decisión política, que para beneficio del país, es irrelevante.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas