Una verdad que confronta

Una verdad que confronta

Muchas son  las expresiones con las que, frecuentemente,  nos convencemos de que estamos bien: yo creo en Dios, si no fuera por El…cualquier camino que te lleve a El es correcto, lo importante es que no mato, no robo, no hago lo malo.

Sin embargo, conocer a Dios es mucho más que esto. Es entender que existe un solo Dios, que es el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin, que está en control siempre, en medio del dolor, de la  tristeza  o cuando las cosas no marchan conforme  a nuestros deseos.  Es vivir en actitud de humildad, mansedumbre,  demostrando amor, aun frente a quienes, conforme  a nuestra humanidad, no lo merecen.

Es dejar  el egoísmo para darnos a los demás, con un corazón alegre, sabiendo que es mejor dar que recibir, servir que ser servido. Es morir a la autosuficiencia y al protagonismo, renunciar a nuestros derechos para cederlos a los demás, conocedores de  que nuestra recompensa viene del cielo. Es vencer con el bien el mal, muriendo al deseo de venganza. Es derribar  todo lo que ocupa el primer lugar en nuestras vidas para hacer del Señor  lo más importante. Es a Dios encomendar el  camino y no apoyarse  en el propio entendimiento. Es echar sobre el Señor  la carga porque El tiene cuidado y sabe la necesidad de cada ser humano.

Es transitar por esta tierra creyendo que, por amor  a la humanidad, Dios envió Su Hijo a morir en una cruz, a derramar su sangre, para que pudiésemos ser salvos. Es creer que Jesús  vive y que  podemos clamar a nuestro Padre. Es, con todo, regocijarnos en Dios, en Aquel que  tiene el poder de convertir lo que  recibimos como malo en bueno y usarlo como instrumento para que Su plan en nuestras vidas prospere.

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