Una verdadera epidemia

Una verdadera epidemia

El creciente número de víctimas por accidentes de tránsito obliga a pensar que nos hemos quedado rezagados en cuanto a prevención, sobre todo en las carreteras.

Según datos que ha aportado el hospital Darío Contreras, el principal en la especialidad de traumatología con que cuenta el país, en los primeros seis meses del presente año murieron 2,800 personas por causa de accidentes de tránsito.

Esta cifra es altamente preocupante, no sólo porque en términos absolutos revela un índice de 16 muertos por día, sino porque, además, refleja una tendencia a superar con creces el número de víctimas del año pasado, que fue de 4,300 para un índice de 12 fallecidos por mes.

–II–

Pero el creciente número de muertos acarrea a su vez otras cifras crecientes, preocupantes, pues generalmente en cada accidente hay también heridos con diferentes escalas de traumatismos y mutilaciones.

Las discapacidades provocadas por accidentes de tránsito también han aumentado de manera dolorosa para la familia en particular y el país en general. Es terrible su efecto sobre la economía, por pérdida de habilidades para la actividad productiva de un número bastante alto de personas.

A la vez los accidentes, en especial los que dejan grandes saldos de heridos y traumatizados, tienen un alto costo para el Estado, que invierte grandes sumas en el tratamiento de cada individuo para tratar de evitar mutilaciones y discapacidades.

En fin, los accidentes se han constituido en una epidemia que debe preocupar seriamente a las autoridades.

–III–

No hay que hacer grandes estudios para darse cuenta de que este número tan alto de víctimas en tragedias de tránsito se debe en parte a que ha desmejorado el rigor de la vigilancia en las carreteras.

Cada vez hay en las carreteras menos énfasis de las autoridades en hacer respetar los límites de velocidad y los requisitos de la conducción prudente.

Esta pobreza en la vigilancia ha dado lugar a cada vez más frecuentes actos de temeridad e imprudencia en las carreteras, sobre todo de parte de conductores de vehículos pesados.

Por falta de equipos, personal o cualquier otra causa, las patrullas de caminos han disminuido considerablemente en número y tienen poca influencia disuasiva en el estilo de conducción.

Es obvio que los medios de regulación del tránsito no han crecido y mejorado al ritmo que ha crecido el parque vehicular del país, y que a eso se debe que se produzcan tantos accidentes causantes de muertes e invalidez.

Las cifras obligan a cambiar los criterios con los cuales se manejan los asuntos de tránsito, pues ante esta epidemia se hace necesario insistir en mejorar sustancialmente la prevención.

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