Una visita improcedente

Una visita improcedente

UBI RIVAS
La visita que realizó el presidente Leonel Fernández a Puerto Príncipe, Haití, el 12 del presente mes de diciembre, fue desde todos los ángulos que pueda apreciársela, como improcedente y mal fundada, como alega la jerga jurídica para calificar inviable un caso.

Improcedente porque el gobernante debió ponderar los diferentes hechos de sangre recientes que han involucrado tanto a haitianos ilegales residentes en nuestro país, Hatillo Palma, Villa Trina y otros más, suficientes para considerar que «la marea está alta», y era menester que bajara.

Mal fundada porque el joven gobernante debió también considerar que se presentaba a Puerto Príncipe a conversar con un gobierno efímero, de transición, no electo por el pueblo, fáctico, con una breve duración hasta enero venidero en que están programadas elecciones para escoger a un gobernante legítimo, en un país que lo que más se asemeja es a un fideicomiso, ocupado por los cascos azules de la ONU.

En consecuencia, nada permanente podía obtener para normalizar las eternas enervantes y nunca sosegadas relaciones entre los dos países que comparten la antigua isla Saint Domingue o La Española.

Debió el presidente Fernández aguardar unos meses del próximo año en que el gobierno electo por la consulta popular se asentase, para entonces programar un encuentro con el nuevo gobernante, aunque entiendo que es muy poco lo que amerita conversar con las autoridades haitianas de ayer, hoy, mañana y siempre que no sea procurar que contribuyan a la paz en la isla interpretando cabalmente la ley 285-04 que regula la política migratoria del Estado dominicano.

Conociendo a los oficiales generales de inteligencia de nuestro país, estimé a priori que éstos le habían informado al presidente Fernández en relación a lo inconveniente y nada exitoso de una visita a Haití en estos momentos, aunque no conversé con ninguno de ellos sobre el particular, sólo una simple suposición que «se caía de la mata», por lo elemental y lógico.

Lo propio consideré le informaría nuestro embajador en Puerto Príncipe, doctor José Serulle Ramia, hombre sumamente inteligente y presto a informaciones correctas relacionadas con su alta investidura de representante personal del presidente, que es lo que son todos los embajadores del mundo.

Que este servidor recuerde, solo el generalísimo Rafael Leonidas Trujillo visitó Puerto Príncipe en 1933, y se desplazó en una fragata, por tres días, subía y bajaba tres veces al día, y cada vez que bajaba, el yate disparaba una salva de 21 cañonazos y los haitianos entendían cada vez que sonaban, que Trujillo se presentaba en su capital in situ para cañonearlos y así los mantuvo en un estado de nervios hasta que se marchó.

Todos los gobernantes dominicanos del siglo pasado conversaron con los pariguales suyos en un punto de la frontera, y el presidente Joaquín Balaguer en 22 años, si la memoria no me traiciona, no recuerdo que conversara con ninguno en Puerto Príncipe porque el doctor Balaguer, como Trujillo, eran anti-haitianos confesos y profundos hispanistas.

En lo sucesivo, la experiencia por lo menos al presidente Fernández, le ha señalado que con los gobernantes haitianos, insisto, nada hay que conversar entre los gobernantes nuestros y los de Haití que no sea reiterar la exigencia de cumplir lo estipulado en la ley 285-04, la carnetización de los obreros que vienen al país a trabajar temporalmente, y la carnetización por Migración indicando el período de tiempo que pueden permanecer bajo contrato de trabajo en nuestro territorio y todo lo demás viene sobrando.

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