Por lo tanto, busquemos todo lo que conduce a la paz y a la edificación mutua. Romanos 14: 19
Desde que el apóstol Pablo recibió la revelación por medio del espíritu su vida fue transformada. Esto lo llevó a hacer lo que se le había encomendado. Pablo fue un hombre que luchó para que el evangelio fuera conocido en todas partes. Fue incansable; recorrió Asia, Grecia, Roma, etc. Su anhelo era sembrar la palabra de Dios, y edificar una Iglesia fuerte y comprometida.
Él siempre exhortaba a los creyentes a cambiar; a no dejarse llevar por los deseos de la carne; a dejar las discusiones, los pleitos, las rencillas y vivir en paz para establecer una relación fuerte entre los hermanos de la fe. Pero su lucha por alcanzar esto fue continua y no desmayaba; al contrario, perseveraba para lograr este propósito porque quería ver al pueblo de Dios unido. Hoy, después de dos mil años, la Iglesia continúa dividida, donde cada uno defiende sus intereses sin importar el verdadero sentir de Cristo para Su Iglesia.
Unámonos a este propósito y busquemos la reconciliación entre nuestros hermanos. Dejemos que el Espíritu Santo nos una en amor fraternal, sin celos, sin envidias, solamente con un corazón para agradar a Dios, lleno de amor y paz.