Unas elecciones marcadas por viejas prácticas

Unas elecciones marcadas por viejas prácticas

La zafra electoral ha concluido y es necesario hacer los análisis y valoraciones de lugar, en aras de extraer las enseñanzas del proceso en donde son electas las autoridades dominicanas, en este análisis, intentaremos enumerar algunas de las variables que marcaron dicho certamen.

Abstención histórica

Los resultados electorales nos muestran que la población dominicana cada vez cree menos en la partidocracia y ese rechazo a las siglas políticas ha aumentado abismalmente en el último cuatrienio. El domingo la abstención se situó en un 46 por ciento, mientras que en las elecciones municipales de febrero; el ausentismo alcanzó un 53 por ciento, menos de la mitad del total de inscritos.

Aunque se pueda ver muy alto el 57 por ciento que dio la victoria al Partido Revolucionario Moderno, es apenas un 30 por cientos del total de personas con capacidad de votar, que en RD es de unos 8,145, 000 electores.

Hegemonía de la derecha

El progresismo y la izquierda dominicana han sufrido una gran derrota en el último proceso, las tres candidaturas presidenciales progresistas que participaron en la contienda (María Teresa Cabrera, Virginia Antares y Fulgencio Severino) en conjunto no suman 40 mil votos, menos del 1%. A esto se agrega que perdieron sus curules en el Congreso y no lograron obtener nuevos escaños.

Dentro de los emergentes, el único candidato presidencial que logró superar el 1 por ciento, Roque Espaillat, posee una praxis y discurso de ultraderecha.

Un método cuestionable

El método utilizado para elegir a los diputados «Sistema D’Hondt», es indudablemente cuestionable, dando lugar a que candidatos que sacaron mayor cantidad de votos pierdan la curul de uno que obtuvo menos sufragios, pero que pertenece a un partido más grande. Ese mecanismo a quienes más afecta es a los partidos alternativos que a pesar de grandes esfuerzos terminan sin representantes en las cámaras legislativas.

Clientelismo y proselitismo

El clientelismo estuvo a la orden del día antes y durante los comicios, las organizaciones con mayor poder económico compraron votos ya fuera en metálico o especie ( block, fundas de cemento, zinc, receta médica y alcohol), a pesar de su prohibición en la ley electoral, el proselitismo en torno a los centros de votación era lo más común; igual el uso de la propaganda política.

Pese a las denuncias, gran parte de la policía electoral parecía muy cómoda en el interior de los recintos como para preocuparse por esas cuestiones. Participación Ciudadana establece en su informe que la compra y venta de votos se llevaron a cabo en 21 por ciento de los recintos y el proselitismo en un 36 por ciento.

Inequidad de competencia

Mientras las tres grandes parcelas políticas tenían delegados y suplentes en cada colegio electoral, la mayoría de los partidos alternativos no tenía quien defendiera sus votos; esa desigualdad fue notoria durante la campaña, donde la mayor parte de la publicidad que se difundía en los medios de comunicación correspondía a candidatos de los partidos mayoritarios.

Triunfo de candidatos cuestionados

Algunos candidatos cuestionados por la opinión pública, entre ellos congresistas actuales y otros que hasta fueron «desvinculados» de sus funciones en el actual Gobierno por alegados actos de corrupción, resultaron entre los más votados el pasado domingo, sobraría decir que su elección no se debió a sus novedosas propuestas, todo lo contrario, su triunfo es la victoria del tigueraje electoral, el triunfo de la vieja política.

¿Fiesta de la democracia?

Con todos los elementos señalados, con autoridades que no garantizaron el cumplimiento de la ley, con un Congreso que muy probablemente será un sello gomigrafo del poder ejecutivo, sería ingenuo pensar que las elecciones del 19 de mayo fueron una verdadera fiesta de la democracia.

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