Unas preguntas necias

Unas preguntas necias

En esa especie de termómetro humano que es el comunicador social, en su relación con la sociedad, va captando actitudes y comportamientos, unas veces beneficiosos… otros censurables.

En esa condición de observador, en esa especie de intermediación, me pregunto:

– Si la placa es la ‘cédula de identidad’ de un vehículo;

– Si esa placa es la seña para la eventual identificación del conductor, en caso de un accidente ¿por qué se permite a tanta gente circular sin la dichosa placa?

Si está vigente una Ley de Tránsito – aunque obsoleta – ¿por qué razón se permite el pandemónium que se arma todos los fines de semana en amplios tramos de la Roberto Pastoriza y en la calle José Amado Soler?

Uno de los más graves problemas del entorno urbano lo representa la apertura de negocios de gran concurrencia, en edificios con escasas áreas de estacionamiento. Y no hay autoridad que sea capaz de aplicar las normas y regulaciones existentes.

Y vuelvo a preguntarme:

¿Bajo cuáles argumentos se pone en alto riesgo las vidas de decenas de usuarios de las vías públicas, con las carreras irresponsables de autos en el centro de la Capital?

Somos muy eficaces a la hora de “importar” hábitos y modernidades de naciones avanzadas, pero incapaces de acompañar esos progresos estructurales con medidas de control, orden y respeto hacia los demás.

Somos famosos en eso de ‘importar’ el desorden.

Los grandes países  han alcanzado su alto nivel de respeto gracias a la aplicación correcta de leyes y ordenanzas, sin exclusión alguna por status social o económico.

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