Ungüento y agua tibia

Ungüento y agua tibia

El mundo entero se ha vuelto un chapapote político y social. Donde quiera que detengas la vista encontrarás un conflicto de difícil solución. Existen viejos problemas en el estrecho de Gibraltar que ahora se han agudizado. Impuestos, contrabando, pesca, empleos, son algunos de los asuntos que enfrentan los gobiernos de España y del Reino Unido de la Gran Bretaña. Españoles e ingleses no irán a la guerra por esos motivos; mantendrán una interminable procesión de quejas, reuniones diplomáticas, inspecciones, arbitrajes. Y no se solucionará nada. En “el peñón”, la vida seguirá igual que siempre. Las protestas y sufrimientos de la gente importan poco.

Les importan un bledo a los funcionarios, a los políticos; pero los periódicos publican noticias, declaraciones, fotografías, que perpetuán discusiones y pasiones. Con el paso del tiempo han surgido “expertos en asuntos gibraltareños”, que son consultados por organismos internacionales y cancillerías. A esos “expertos” les conviene la permanencia de los “diferendos”, pues son burócratas que viven de hacer “exposiciones” en la TV, “informes técnicos” o resúmenes históricos para estudiantes de derecho internacional público. Lo mismo ocurre en Siria, donde grandes potencias forcejean por sus propios “intereses estratégicos”, en detrimento de los habitantes de toda la región. Afganistán, Ucrania, Egipto, son otros tantos ejemplos.

El caso es que la población sabe que las crisis, sean monetarias o políticas, se prolongan indefinidamente porque los actores principales no asumen ninguna responsabilidad; tampoco toman decisiones firmes para abordar los problemas. Estamos en la época del agua tibia y del ungüento. Cualquier otro método curativo se considera “radical” o políticamente “inadecuado”. El “marasmo” –político, social, económico-, es lo habitual. Las situaciones más penosas se hacen “crónicas”. Hasta que “circunstancias fortuitas”, sucesos violentos inesperados, les dan el desenlace “que sólo Dios conocía”.

Esta “avitaminosis” del liderazgo, tal vez la negligencia de ciertos grupos sociales, produce estancamientos en asuntos básicos para las sociedades de hoy. Vivimos empantanados en los chapapotes migratorios, administrativos, de seguridad ciudadana. El controvertido político Henry Kissinger, antiguo Secretario de Estado norteamericano durante la Guerra Fría, declaró que no debemos “satanizar” a Putin, si sus opositores internacionales “carecen” de política. Putin tiene la suya: la que favorece a su país. ¡Tenemos que adoptar una política dominicana!

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