El presidente Abinader sigue insistiendo en la Unidad Nacional que exigió al presidente Medina a fines de marzo pasado en medio de campaña electoral y brote pandémico: Al tomar posesión clamó por “dialogo ilimitado” y en sus declaraciones del pasado miércoles recordó que combatir el COVID es tarea de todos.
La reacción de líderes opositores ha sido favorable.
Surge, pues, la interrogante de qué es lo que falta para encauzar la unidad aspirada por todos. Si es que nuestro estamento político se caracteriza por la doblez de no practicar lo que predica.
O si es que entre los potenciales participantes de esa Unidad Nacional no prima el desprendimiento necesario- el “sin hacha que afilar” aludido por Balaguer durante la suscripción de los acuerdos del Diálogo Tripartito en 1988- aplicable al caso de quienes se involucran en deliberaciones pro-unitarias pretendiendo derivar beneficios particulares, algunos rechazados por la sociedad como p.e. la pretensión de protección ante corrupción e impunidad.
Reconocemos que está faltando una instancia concertadora que la convoque y una agenda comprehensiva que entusiasme la participación alrededor del tema sanitario, pero abarcando causas y consecuencias.
Ciertamente, la nación está careciendo de instancias apropiadas de concertación. Nos hemos degradado tanto que carecemos de personalidades imparciales con prestigio suficiente que lo propicien y sean aceptables por la “politicocracia” dominante. Iglesias se han multiplicado, con la carga de debilitación que esto conlleva, que resulta difícil identificar jerarquías fuertes y representativas que graviten determinantemente sobre esa “politicocracia”.
Gremios profesionales han dejado de ser cuerpos intermedios de la sociedad preocupados por el bien común para convertirse en sindicatos reivindicadores.
Asociaciones empresariales están limitadas por la dependencia parasitaria de miembros al gobierno, que les impide actuar con la imparcialidad necesaria; por afán de concentrar más riquezas de los representantes más conspicuos o por la amenaza de desplazamiento ante el surgimiento de una nueva clase empresarial tan poco escrupulosa que recurre al tráfico de ilegalidades.
El“Hacha que afilar” en las actitudes de las instancias potencialmente participantes puede ser despejada mediante una agenda adecuada. Una agenda que tendría que ser amplia y comprehensiva para concitar interés generalizado abordando no solo las urgencias sanitarias coyunturales, sino las causas y consecuencias estructurales que hicieron más incontrolable su expansión e interrelacionan sus soluciones.
Una agenda que encare nuestros problemas tradicionales y permanentes de desempleo, informalidad, escasez de producción para satisfacer nuestras necesidades, precariedades de servicios públicos en asentamientos humanos desordenados, mejoras en calidad del gasto, obtención de mayores recursos impidiendo corrupción y enfrentando evasiones y contrabandos.
Solo así pudiéramos alcanzar la unidad, sin hacha que afilar, que necesita la nación.