La multiplicación de protestas contra la bochornosa forma en que la mayoría mecánica del partido/Estado aprobó el paquetazo fiscal en el Congreso, su rápida promulgación de parte del Presidente y los horrendos asesinatos policiales de un estudiante universitario, de una profesora y de dos reclusos que se habían fugado de la cárcel, son hechos cuya inesperada amplitud y profundidad han puesto al gobierno del presidente Medina ante una situación de repentina crisis.
Otros elementos de la referida circunstancia lo constituyen las iniciativas de protestas frente a expresiones materiales de corrupción: Funglode y las torres de apartamentos para funcionarios/militantes y allegados del partido de gobierno y la generalización del sentimiento de que sean enjuiciados los funcionarios implicados en diversos actos de corrupción en el anterior gobierno, muchos de ellos reconfirmados en sus puestos en la presente administración y recogido en la denuncia querella presentada ante el Ministerio Público por dirigentes del partido Alianza País.
Multiplicar estas acciones, desenmascarar y acorralarar las bocinas de este gobierno y a este mismo, constituye un imperativo de toda la oposición. Sin embargo, parafraseando a Judt, para convencer a la gente de que este país necesita salir del partido/corporación que lo gobierna, se requiere de un discurso de fines para trascender las protestas como único medio.
Vale decir, necesitamos diseñar una línea de acción con una direccionalidad política para articular una nueva fuerza hegemónica, donde quede claro no solamente que no queremos el tipo de sociedad que se ido configurando en este país, sino el tipo de sociedad que queremos. La hegemonía electoral y en gran medida ideológica, que innegablemente ha establecido la corporación PLD, ha sido construida a través de diversos programas de signos clientelares. Esa falsa conciencia, que permea un importante segmento de la población debe ser derrotada con la construcción de un sólido bloque político opositor.
Resulta imprescindible crear la conciencia en este pueblo de que jamás ningún un partido, movimiento o líder establezcan un poder basado en el control esencialmente absoluto de todas las instancias del Estado, de que se instale un partido que del Estado haga la fuente originaria del capital de sus principales dirigentes. También, que la fuerza del cambio está en el país real, no en la que podamos tener en nuestras cabezas; no puede ser de un solo grupo o clase social, ni de un solo movimiento o partido, sino la pluralidad diversidad de fuerzas políticas que efectivamente pueden contribuir a que salgamos de la corporación PLD.
Si no construimos un pensamiento políticamente hegemónico, articulado en torno de esas ideas, además por la demanda de una reforma política que democratice el sistema de representación, la inclusión social, la libertad y el pulcro manejo de los recursos públicos, difícilmente podremos hacer de las protestas un medio de cambio sustantivo.
Sin una hegemonía política ideal y moral, ningún movimiento produce un cambio sostenible. Lo demuestran muchos movimientos de masas que han terminado con gobiernos de derecha, incluso procesos revolucionarios como la de los claveles en Portugal en 1975, por no cimentarse en una hegemonía terminó en el fracaso.
Como nos enseña el proverbio africano, sólo cuando el rebaño se une muere de hambre el león.