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Entendemos el fenómeno de la globalización como un proceso multidimensional que comprende aspectos vinculados a la economía, la política, las finanzas, las comunicaciones, la educación, la ciencia y la tecnología. Como lo expresara el educador nicaragüense Carlos Tünnermann y otros autores, el mismo es el resultado de la creciente interacción e interdependencia que se genera entre las distintas unidades constitutivas del llamado sistema global. El proceso de la globalización apunta a la configuración de un mundo de mercados abiertos a la competencia internacional y a convertirlo en una aldea o en una sociedad planetaria; pero, a pesar de que la globalización ha provocado en algunas regiones y países del mundo rápido crecimiento y cambios sustanciales en los ámbitos de la ciencia y la tecnología, no ha generado, como se esperaba, un incremento uniforme de progreso y desarrollo; al contrario, en muchos lugares del mundo, incluido el nuestro, las ventajas del desarrollo continúa concentrándose en sectores muy reducidos de la población ocasionando profundos abismos de desigualdades en términos de calidad de vida de las gentes y de su acceso a los bienes económicos y culturales.
¿De qué forma y manera el fenómeno de la globalización ha impactado en los planes y programas de estudios de las universidades? ¿Cómo adaptar la educación superior a los nuevos requerimientos económicos y sociales derivados de un modelo económico como el nuestro basado en el proteccionismo industrial, la sustitución de las importaciones, la explotación de los recursos naturales y el endeudamiento externo? La búsqueda de respuestas acertadas a esas y otras interrogantes ha dado lugar a un debate nacional e internacional centrado en la contribución que la educación superior podría hacer a la modernidad plasmada en un proyecto de sociedad comprometido con el desarrollo humano sustentable.
¿Cuáles serían las características y los objetivos de la educación superior del siglo 21? Dos importantes documentos arrojan muchas luz al respecto: “Documentos de Políticas para el Cambio y Desarrollo de la Educación Superior” París, febrero del 1995 elaborado por la UNESCO; y “La Enseñanza Superior, las Lecciones Derivadas de su Experiencia” Washington, D. C. junio de 1995, elaborado por el Banco Mundial. En ambos pliegos se examinan la situación actual y las perspectivas de la educación superior. Precisa tenerlos muy en cuenta a la hora definir los principios orientadores de la transformación de la educación superior y de elaborar un plan de acción que permita a las universidades y demás instituciones de ese nivel mejorar la pertinencia y calidad de sus funciones docentes, investigación y extensión. El autor de estas líneas sugiere poner especial énfasis al examen de las alternativas conceptuales y de gestión que permitan extender y profundizar las contribuciones de la educación superior al conjunto del sistema de instrucción pública y a la sociedad en general.
Está muy bien establecida la correlación existente entre inversión en educación superior y el nivel de desarrollo social, económico y cultural de un país, por lo que es preocupante la tendencia que se observa en la disminución de los aportes estatales a la educación superior reflejada aquí en el incumplimiento de la ley 5778 y en su reasignación hacia los niveles educativos precedentes de un 4% del PBI en educación pre-universitaria y apenas 0.33% del PBI en educación superior. Hacemos esas observaciones sin ignorar las dificultades económicas que enfrenta el gobierno, especialmente aquellas que lo inducen a contemplar la puesta en ejecución de políticas de ajustes estructurales.