Universidad donada a Haití

Universidad donada a Haití

El Estado dominicano ha aportado la infraestructura de una universidad al hermano pueblo haitiano, sin dudas actitud harto encomiable e indispensable en las labores de reconstrucción de ese país. La prioridad por los asuntos educativos constituye un aspecto fundamental para el desarrollo de los pueblos, por encima de otras obras de relumbrón (en países subdesarrollados) como trenes y Metros.

Esta donación debe acentuar las sanas relaciones dominico-haitianas, soslayando aspectos xenofóbicos que sobresalen no sólo en nuestro país, sino en la vecina nación. Este artículo persigue proponer que este gesto solidario quede sellado con algún monumento en el recinto de dicha universidad que honre a un personaje que verdaderamente representa la unidad de ambos pueblos como lo fue Jacques Viau Renaud, joven poeta haitiano inmolado en defensa de la soberanía nacional dominicana durante la revolución de abril y la resistencia patriótica al invasor.

Recuerdo en mi adolescencia el gran asombro que recibí cuando me informaron que un combatiente que se desplazaba en un jeep de combate era un poeta haitiano, sub-comandante del comando B-3 instalado en el local de la antigua Escuela Arzobispo Valera, de Villa Francisca, lamentablemente en los combates del 15 de junio cuando el local del comando fue atacado con obuses de morteros el poeta fue herido de gravedad en sus piernas y varios días después fallecía en la Clínica Dr. Abel González, abonando con su sangre de héroe la lucha por la defensa de la soberanía nacional y la reposición del gobierno constitucional del profesor Juan Bosch.

Dejando atrás una labor de integración social en nuestra sociedad, ya había aportado sus conocimientos como profesor y poeta, sin realizar cuestionamientos xenófobos contra los dominicanos. 

No obstante, el ejemplo de Jacques Viau Renaud se mantiene en el olvido, mientras hasta el éxtasis se rinde culto como “héroes” a ciudadanos que dicen ser “dominicanos” pero que han fabricado “prestigio” en foros internacionales, denunciando paradójicamente a los dominicanos como perseguidores de los nacionales haitianos que lamentablemente deben recurrir a nuestro territorio en busca de sobrevivencia económica y social; es decir este tipo de “dominicanos” nos imputa a todos la odiosa tarea de abusar contra los haitianos residentes en este territorio, se generaliza la acusación sin detenerse a explicar que esto se presenta solo en algunos importantes estratos sociales que como ocurre con todo proceso migratorio “clandestino” se aprovechan de este tipo de mano de obra, obviando en sus denuncias que la mayoría de los dominicanos no somos co-participes de estos atropellos.

Con la objetividad y responsabilidad que lo caracterizan, el reconocido comunicador Ubi Rivas recientemente discurría sobre esta temática, que muchos no se atreven a enfocar por temor a ser estigmatizados como anti-haitianos, en realidad una aberración que no debemos tolerar. Ni haitianos, ni dominicanos tenemos la responsabilidad de la división de la isla en dos culturas disimiles, la génesis de esto nos viene como secuela de las devastaciones de Osorio, acontecimiento extremadamente lejano e imposible de subsanar por medios administrativos, que debemos entender para lograr una sana convivencia y acentuar que es imposible una fusión.

Todo intento de promover un “Kosovo” antillano sería catastrófico por la secuela de sangre y dolor que se impondría en la isla, que en realidad esta ávida de paz y desarrollo social.   Se impone reclamar la unidad y solidaridad entre ambos Estados, en base al respeto mutuo y la colaboración. Por eso saludamos la entrega de la universidad y la reciente medida de la dirección de Migración que una vez más intenta regular la contratación de trabajadores haitianos, así como el convenio del Ministerio de Salud con autoridades sanitarias haitianas, para luchar por la erradicación de enfermedades contagiosas.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas