Con el objetivo de ampliar las oportunidades de los ciudadanos de cursar estudios superiores y de aliviar la presión ejercida sobre las facultades tradicionales, desde mediados de los años 60 del pasado siglo 20 hasta nuestros días, aquí se ha venido implementando un modelo educativo que provocó, y continua provocando, molestos desequilibrios en todo nuestro subsistema de instituciones de estudios superiores. Paralelamente con ello se ha venido registrando un notable enriquecimiento del concepto educación con el añadido de nuevas dimensiones a su estudio. Por el momento, dejaremos de lado los aspectos estrictamente cualitativos que requieren un enfoque diverso para detenernos en los resultados derivados de una reforma que proponía un cambio del modelo por otro que buscase terminar con el elitismo existente en nuestras universidades, reconociendo el legítimo derecho de todos (plural genérico) a la igualdad de posibilidades a la educación superior.
En febrero de 1970, la Universidad Autónoma de Santo Domingo creó sus dos primeras extensiones en el interior del país, el Centro Universitario Regional Suroeste (CURSO) en Barahona y el Centro Universitario Regional Noreste (CURNE) en San Francisco de Macorís, con dos propósitos; a) Democratizar los estudios superiores, ampliando la oferta a otras ciudades del país; y b) Formar los técnicos y profesionales que requerían las regiones en donde esos centros estaban ubicados. Pero, ¿qué sucedió? Que la demanda estudiantil en esas dos primeras extensiones de la UASD en el interior del país evolucionó en dirección contraria a la que esperábamos. Que la tendencia de la misma continuó operando en favor de la expansión de las Facultades tradicionales. Que los jóvenes de Barahona y de San Francisco de Macorís se mostraron más interesados en estudiar Derecho, medicina, ingeniería, contabilidad, sociología, economía que mecánica automotriz, electricidad, veterinaria, agronomía, etc. Hoy, casi medio siglo después del inicio de esos esfuerzos por democratizar el sistema universitario y de alcanzar una mayor armonía entre los estudios propiamente universitarios y las oportunidades de ascenso social, el número de estudiantes matriculados en institutos técnicos superiores no sólo se ha estancado sino que, en los últimos años, se ha reducido de manera considerable. Las carreras tradicionales continúan siendo las más preferidas por el estudiantado.