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En los últimos años, en la América española y en otras regiones del mundo, se ha venido perfilado un nuevo paradigma de la función socio-económica de la educación superior. El rol de las universidades y el de las demás instituciones del género ha venido adquiriendo un carácter más pragmático. Dichas instituciones ya no ofertan programas de enseñanza sólo por ofertarlos sino que más bien suministran recursos humanos calificados, producen y transforman conocimientos, y hasta pretenden desempeñar un papel de primer orden en la noble faena de contribuir a la configuración de una sociedad más justa y solidaria.
La educación superior está siendo juzgada en términos de productos y de la contribución que aporta al desarrollo de las naciones. Y en la medida en que se amplía el horizonte de su misión, el control de su calidad se irá haciendo cada vez más complejo, por lo que urge la creación de nuevos mecanismos de medición y de control de sus operaciones.
Es predecible para los próximos años un notable incremento de la educación a distancia, acompañada de un aumento considerable tanto en el número de instituciones que la ofertan como el de estudiantes matriculados en ellas. Problemas similares se plantean al examinar las dificultades que se afrontan al evaluar los planes de estudios de un país extranjero a fin de compararlos con los de tu propio país. A decir de Elaine El Khawas, Robin De Pietro, y Lauritz Holm Nielsen, especialistas del Banco Mundial, esto se ha venido haciendo “dando por supuesto que una pequeña adaptación de los procedimientos convencionales podría dar cabida a esta variación de los métodos de estudio o en base a acuerdos entre universidades destinados a establecer directrices para la transferencia de estudiantes y el reconocimiento de los cursos”. El problema de si un título universitario otorgado en un país pueda ser reconocido en otro para obtener empleo ha sido objeto de acaloradas controversias entre los países. Han surgido desacuerdos similares sobre qué nivel de labor académica previa se reconocerá a los estudiantes que desean obtener un título universitario más avanzado en otro país. Amables lectores, fijaos en lo problemático que nos está resultando la discusión del contenido del proyecto de ley que establece un examen único de competencia para el ejercicio de la medicina en la República Dominicana.
El fenómeno de la globalización, caracterizado por la adopción de pactos multinacionales entre países, augura una movilidad cada vez mayor de estudiantes y catedráticos universitarios. A pesar de la deficiencia que se observan en los mecanismos de control de calidad en uso, se tiene la esperanza de que “aumenten las presiones para adoptar mejores soluciones en el futuro a medida que crece el número de estudiantes que aspiran a ampliar sus estudios en el extranjero”. Es que todavía no se tiene claro qué tipos de estructura serían las más apropiadas para evaluar los aprendizajes. Redes de organismos de control de la calidad creadas hace menos de una década en Europa y en la América española ofrecen asistencia identificando áreas y personal especializado.
En la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior que se celebró en París del 5 al 9 de octubre de 1998 se tocó a profundidad el tema de la medición de la calidad de los estudios superiores. Se habló de la armonización de los títulos universitarios de los diferentes países con el fin de organizar los niveles de enseñanza de modo que se ajusten a los niveles de una clasificación internacional; de la determinación de las capacidades que deberían caracterizar a quienes obtienen un título de enseñanza superior, independientemente de dónde o cómo lo obtuvieron; de la creación de normas internacionales de rendimiento de los estudiantes, especificadas por profesión y disciplina; y de otras cosas más referentes al tema de la medición de la calidad de la educación superior.