Universitarios  EU reconocen Villa Altagracia

Universitarios  EU reconocen Villa Altagracia

Píndaroooooo… ¿De dónde vienes con ese abrigo? Herminio, fui invitado y llevado de la mano a la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, y allí casi me da un infarto al entrar a su librería. ¿A que no adivinas qué vi?

¡No tengo idea, Píndaro!

Las palabras de “Alta Gracia” me dieron la bienvenida, y unos 6 coloridos afiches colgando del techo, así como un monitor de televisión pasando un mensaje continuo, ponían de manifiesto testimonios de obreras dominicanas –entre ellas, recordamos con cariño a Santa Castillo, Mireya Pérez y Maritza Vargas-. Orgullosas, mostraban el resultado de su trabajo diario en Villa Altagracia, República Dominicana, e invitaban a los que allí estábamos a adquirir los productos elaborados por ellos.

¿Y qué busca esa gente de Villa Altagracia en esa prestigiosa universidad?

En 2007, una empresa de intereses koreanos se vio forzada a cerrar sus puertas y dejó cerca de mil doscientos obreros en la calle. Hoy, una remozada factoría de zona franca traza pautas a nivel mundial, a través de pagar a sus obreros y obreras tres veces el salario promedio de este sector. Bajo la orientación de un norteamericano soñador-emprendedor, de apellido Bozich, la empresa ha desarrollado la marca “Alta Gracia” y ha iniciado su inserción en un nuevo esquema de negocios, trabajando hombro con hombro con el “Consorcio para el Derecho de los Trabajadores”, que agrupa a unas 186 universidades de los Estados Unidos que presionan, constantemente, a sus suplidores de camisetas y polos para que mantengan un nivel de trato apropiado con sus trabajadores.

¡Pero eso es un notición, Píndaro!

¡Asimismo! Ese señor agarró esa fábrica y le metió alrededor de veinte millones de pesos en su remodelación; cambió todo el sistema de luces para que sus empleados se cansaran menos, seis nuevas líneas de costura, y sillas totalmente ergonómicas. La vaina venía luego, al intentar competir con otras empresas de otros países que pagan cheles a sus obreros y pueden vender sus productos mucho más baratos que ellos. El costo de fabricación de sus camisetas anda por los RD$184.32 que viene a ser unos treinta pesos más alto que aquellos que producen un producto similar pero que pagan el salario más bajo del sector. Ellos asumen parte de ese diferencial y no se lo traducen todo a sus distribuidores.

¡Que cuento es ese Píndaro! ¿Y cómo se la bandea esa fábrica para poder vender sus productos en universidades como Duke?

Mira, ellos venden la unidad a unos trescientos siete pesos (US8.00), y los distribuidores les meten hasta un ciento veinticinco por ciento por encima, antes de ponerla a la venta a unos setecientos pesos (US18.00). El truco está en una nueva filosofía que han desarrollado para promover la concientización de sus estudiantes. Al comprar un producto de Villa Altagracia, en República Dominicana, estarán contribuyendo a mejorar la forma de vida de cientos de obreros y obreras de esa comarca. Por ejemplo, la cadena de venta de libros en tiendas de universidades “Barnes & Noble”, ha iniciado una campaña, a través de afiches en todas sus tiendas  y a través de la Web. Y la Universidad de Cornell está haciendo lo mismo.

¿Y cómo va a competir Alta Gracia, como marca, con grandes marcas deportivas internacionales, Píndaro?

Muy sencillo, las universidades se han puesto de acuerdo para, de una forma simple, clara y elegante, exponer a sus estudiantes que cada producto que compren ayudará a cambiar la vida de quien lo confeccionó para ellos. Eso viene impreso en la etiqueta de cada camiseta, con el endoso del “Consorcio para los derechos de los trabajadores”. De una manera inusual, la “Unión de Estudiantes contra el Abuso de los Obreros”, una institución que agrupa a las universidades a nivel nacional en Estados Unidos, tiene entre sus planes el distribuir volantes en las diferentes librerías de esas altas casas de estudios, urgiendo a todos los estudiantes de nuevo ingreso a adquirir las camisetas “Alta Gracia”.

A Villa Altagracia le ha llegado su momento. Esto es un verdadero Doctorado Honoris Causa para esta ciudad y su gente. ¡Felicidades!

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