Un mal momento para el presidente Fernández

Un mal momento para el presidente Fernández

Independientemente de las intenciones o deseos del presidente Fernández, el gobierno atraviesa por un período sumamente delicado. No solo por la situación de deterioro generalizada, endeudamiento, inseguridad ciudadana,  apagones,  carencia de empleos, encarecimiento de la vida,  como los escándalos que se registran en muchísimas entidades gubernamentales sino porque, además, en la recién finalizada campaña electoral realizaron  promesas que crearon tantas expectativas en las diferentes localidades, que se harán cada vez más difíciles darle cumplimiento.

Pero este mal momento podría  empeorar aún más, ya  que dentro de  poco tiempo habrá de iniciarse una campaña electoral en la que no solo la oposición tendrá que poner mayor énfasis en los incumplimientos oficiales y  llevar a cabo  denuncias más contundentes sobre los errores cometidos en todos los aspectos, sino que dentro del propio  partido oficialista, el candidato que aspire a ganar, igualmente tendrá que implementar una campaña de diferenciación.

Cuando un gobierno atraviesa por momentos difíciles, al candidato oficialista, si realmente tiene intenciones de triunfar, se le hace sumamente cuesta arriba cargar con el fardo de los errores  adhiriéndose de forma pura y simple a las ejecutorias gubernamentales, sino que por el contrario,  debe llevar a cabo una campaña de distanciamiento e incluso haciendo énfasis en los errores cometidos por su propia gente.

Quiere decir que  el gobierno podría tener ante si el siguiente escenario: por un lado el candidato del PRD que representa el  único partido de oposición con posibilidades reales de competir por la presidencia, denunciando desastres e incumplimientos oficiales, y por el otro, al candidato del propio partido de gobierno también tratando de  demostrar distanciamiento e inconformidad con esas ejecutorias. Los demás partidos por cuestión de subsistencia, igualmente se adecuarán a esas circunstancias.

Los más cercanos asesores y estrategas del presidente, a pesar de la millonada que mensualmente gastan tratando de controlar y adocenar medios, voces y plumas, han fracasado en su tarea, pues de lo contrario no se concibe que hayan permitido que la percepción casi generalizada sea de que todo anda mal, menos los asuntos que giran en torno a los tradicionales grupos de poder, dentro de los cuales algunos comienzan a sentir preocupación por la situación de descomposición y dejadez oficial.

Si como estrategia para contrarrestar esos malestares sociales, el gobierno aplica  la metodología conocida de hacer más promesas y recurre a nuevas fórmulas para agenciarse mayores ingresos, estaría apretando  la tuerca y echaría más leña al fuego, pudiendo  crear una situación mucho más delicada. Nadie con vocación democrática quiere que las cosas se deterioren a  niveles incontrolables,  pero es entendible que la oposición habrá de aprovechar esas debilidades, incumplimientos y carencias para fortalecer sus aspiraciones, y lo mismo tendrá que hacer la  astilla del propio palo si pretende encaramarse,  lo que contribuirá a deteriorar más la imagen del gobierno. Sin embargo, el éxito de la oposición depende de muchas otras variables, no solo del deterioro oficialista.        

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