En sus relaciones institucionales con ejecutores de obras y proveedores de materiales y servicios varios, incluyendo la salud, el Estado no debería apartarse del cumplimiento oportuno de pago. Por su envergadura, deberes de control y poder de decisiones, el Gobierno es eje y autoridad mayor de la nación en pleno. Su proceder siempre debería generar prestigio y confianza. Lo contrario sería incoherencia y riesgo de perder eficiencia en su ejercicio. Hablamos de los agudos retrasos en la erogación de pagos a relacionados. Demoras que a veces empujan a la quiebra a compañías, medianas y pequeñas en su mayoría, que surten o edifican para organismos públicos; además de que el retraso en la entrega de asignaciones presupuestales a múltiples hospitales deteriora la asistencia médica con peores consecuencias que las criticadas huelgas.
El pistoletazo auto infligido por un arquitecto a cargo de una obra al que el organismo defraudó con tardanza de pago, forzándole al endeudamiento usurario, dejó un eco de dolor y escándalo pero no el correctivo para que cesaran las moras. Hay escuelas a medio talle en uno y otro lugar. Hospitales truncos y comunidades en frustración por diversos vacíos de servicios que ansían. Sorprenden lesivas demoras en honrar compromisos tras las celebradas visitas sorpresa faltando luego voluntad y presteza para no perjudicar a quienes han sido útiles al Estado en sus fines sociales.
Muertes al buscar belleza
A las mujeres que cada vez en mayor número recurren a cirugías estéticas (con el riesgo implícito en ello) debería cuidarlas una vigilancia estricta, minuciosa, sobre las prácticas de personal quirúrgico y los establecimientos que prestan el servicio. Las frecuentes muertes post operatorias obligan a buscar certeza de que no se está incurriendo en malas prácticas.
A través de la organización que los representa, especialistas de la materia han denunciado más de una vez que muchos advenedizos pobremente preparados suelen lanzarse a operar tan pronto obtienen diplomas expedidos en cursitos al vapor y en cuyas manos de poco rigor científico ponen sus vidas muchachas (sobre todo) con ansias de perfección estética. Las autoridades tienen que evitar que eso siga ocurriendo supervisando servicios quirúrgicos.