Urge recuperar los valores de la política

Urge recuperar los valores de la política

POR JUAN BOLÍVAR DÍAZ
Llegan ustedes al ejercicio profesional, estimadas y estimados graduandos, en un mundo cada vez más convulsionado por profundos conflictos de guerras y atentados que lo mismo aterrorizan a pueblos y naciones, sembrando el espanto y la muerte. Una civilización que ha globalizado el hambre y la pobreza en un círculo vicioso de exclusión que genera nuevas expresiones del odio y la injusticia.

Mientras casi enteros continentes padecen hambruna, la riqueza y el bienestar se concentran cada vez más en una veintena de naciones y en algunos miles de personas. La revista Forbes acaba de publicar su lista anual de los mayores concentradores de la riqueza en la que 400 individuos aparecen con un patrimonio superior al millón de millones de dólares. Los dos más ricos poseen 48 mil y 41 mil millones de dólares respectivamente.

En tanto, según las cifras del Banco Mundial presentadas en su reunión anual y del Fondo Monetario Internacional, celebrada en Washington el 2-3 de este octubre, el 50 por ciento de la población humana sobrevive con menos de dos dólares diarios.

James Wolfenshon, el presidente del Banco Mundial, proclamó al término de la asamblea que “la erradicación de la pobreza es central para la estabilidad y la paz del planeta”, asegurando que la mayor amenaza es la frustración y la falta de esperanza en gran parte de los países. Censuró que los líderes de las potencias económicas sólo formulan promesas para asistir a las naciones más pobres, pero los recursos nunca llegan.

Se echan de menos en el mundo aquellos tiempos en que la lucha bipolar por la supremacía prometía el 0.5 por ciento del producto interno bruto de los ricos para combatir la pobreza. Con el final de la guerra fría se hilvanaron numerosas ilusiones de un mundo más pacífico y justo, pero el resultado ha sido una mayor indiferencia, indefensión y hasta anulación de los organismos intermedios, instrumento de negociación y amortización de las injusticias sociales.

El derroche militar

Con la caída del socialismo y el predominio absoluto del capitalismo el gasto militar mundial, que en 1989 había alcanzado los 900 mil millones de dólares, se redujo en 1999 a 780 mil millones, pero a fin de este año sobrepasará la cifra de los 950 mil millones de dólares.

Para el año fiscal 2004-2005 sólo los Estados Unidos destinarán 500 mil millones de dólares a gasto militar, lo que según el escritor argentino Juan Gelman, en su ensayo ”Militarismo, las cifras del escándalo”, implica el derroche de 1,360 millones de dólares cada día, 56 millones por hora y 940 mil por minuto. Resalta el hecho contradictorio que cuatro de las cinco potencias que más derrochan en armamentismo son del exclusivo club del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Ese desbordamiento es en gran parte responsable del déficit fiscal de Estados Unidos que este año alcanza la cifra de 450 mil millones de dólares, casi similar a su gasto militar, generador de mayores desequilibrios mundiales, razón por la cual el presidente del Fondo Monetario Internacional llamó la atención de esa nación en la reunión del dìa 3.

Es relevante que en la lista de Forbes aparecen 25 multimillonarios latinoamericanos acumulando 70 mil millones de dólares. Mientras el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre la Democracia en América Latina indica que el 44 por ciento de sus pobladores, equivalentes a 225 millones de personas, viven bajo niveles de pobreza.

México es el ejemplo paradigmático, pues tiene en la lista 11 acaudalados que de año en año concentran mayor riqueza. Carlos Slim la duplicó en un solo año, pasando de 7.4 a 13.9 mil millones de dólares, mientras 50 millones de mexicanos sobreviven en la pobreza.

El estudio del PNUD, de reciente publicación, sostiene que “las sociedades latinoamericanas son las más desiguales del mundo” y que no sólo se observa la profundidad de la desigualdad en la región, comparada con el resto del universo, sino también su persistencia en las tres últimas décadas.

El informe indica que en 1990 el 10 por ciento de la población latinoamericana de ingresos más elevados tenía más de 25 veces el ingreso del 10 por ciento de los más pobres, proporción que se elevó a más de 27 veces en 1999. En 1997 el 20 por ciento de los latinoamericanos de mayores ingresos recibía casi el 55 por ciento del total, mientras el 20 por ciento de los de menores ingresos apenas recibía el 4.8 por ciento.

Eso explica que casi todas las capitales latinoamericanas se hayan convertido en ciudades de enorme inseguridad y criminalidad. De ahí los casi mil secuestros sufridos por los mexicanos de mayores ingresos tan solo en el 2002. La República Dominicana no escapa a esas alarmantes desproporciones y a la realidad de que cerca de la mitad de la población vive bajo niveles de pobreza, y que más del 80 por ciento de los que tienen el privilegio de un empleo ganan menos que el costo de la canasta familiar.

La pobreza dominicana

El Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD de julio pasado ratifica a República Dominicana entre los 10 países de menor desarrollo global de los 35 que integran el continente, por debajo de todas las naciones del Caribe, exceptuando la vecina Haití.

Es en ese mundo salvaje en el que ustedes, queridos graduandos, están llamados a insertarse plenamente y a vivir. La generalidad de ustedes son y serán privilegiados, no sólo por su origen social, sino también por haber podido alcanzar el nivel de educación del que está excluida la gran mayoría, como también de los servicios sanitarios, del empleo y la seguridad.

Hasta por razones egoístas tendrán que enfrentarse a esas desigualdades e injusticias, porque aunque todo se esté privatizando en beneficio de las minorías dominantes, aunque tengan guardianes en sus residencias, tendrán que enfrentarse a unas calles progresivamente más inseguras y violentas.

Los niveles que está alcanzando la delincuencia en el país no son más que consecuencias de esas desigualdades y exclusiones, de la desesperanza y desesperación que se vive en las grandes concentraciones de la miseria urbana. No es una ola de delincuencia la que padecemos, es un crecimiento sostenido que desborda los barrios y se va apoderando de los ámbitos de las clases medias y altas.

Si no combatimos eficientemente la pobreza, disminuimos el dispendio y la ofensiva exhibición de riquezas, muchísimas veces mal habidas, la inseguridad será cada vez más generalizada. Tenemos que producir una profilaxis profunda en la Policía Nacional, pero de nada valdrían todas las previsiones mientras los tenientes reciban menos de 6 mil pesos mensuales. Saldrán a las calles a buscárselas a cualquier costo, por sí mismo o asociados con las bandas de delincuentes que se multiplican.

La impune corrupción que carcome el alma de la sociedad dominicana es otro de los factores que incentivan la delincuencia en todas sus expresiones y que tenemos que enfrentar en lo inmediato. Esa enorme corrupción pública y privada, que ha quedado al desnudo en toda su extensión por las recientes quiebras bancarias que salpicaron amplios segmentos de los sectores políticos y sociales, ha sido generadora de la profunda crisis económica que padecemos y de un mayor empobrecimiento de la población.

Esta sociedad tiene que hacer una catarsis de la corrupción, sincerándola no solo en el mundo político, sino también en el de aquellos que poseen las riquezas y las utilizan para corromper la política y los políticos. Reclamando el cese de la impunidad y la institucionalización de reales mecanismos de control.

El poder del dinero y sus medios de comunicación ha tenido éxito en concentrar la responsabilidad de la corrupción en los políticos, cuando en realidad él enseñorea la distribución del poder político. Nos hemos olvidado del premonitorio verso de Sor Juan Inés de la Cruz que pregunta “cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga, el que peca por la paga o el que paga por pecar”.

En la última década, los dominicanos, como los latinoamericanos, hemos accedido a las formas democráticas, y logramos, por primera vez en nuestra historia, realizar seis elecciones libres consecutivas. Los esfuerzos de las generaciones de los 60 y 70 por democratizar la sociedad han dado frutos. Tenemos que verlo con optimismo y esperanza.

La democracia amenazada

Acabamos de demostrar que ya no es suficiente el control político del Estado y de los órganos del arbitraje electoral para mantener la tradición de imposiciones electorales y el fraude. La democracia ha triunfado como forma de convivencia nacional y en Amèrica Latina, pero está amenazada por la desigualdad, la exclusión y la corrupción, como muestra el informe del PNUD, que nos plantea que “la democracia excede a un método para elegir a quienes gobiernan, es también una manera de construir, garantizar y expandir la libertad, la justicia y el progreso, organizando las tensiones y los conflictos que generan las luchas de poder”.

El PNUD nos convoca a una democracia de ciudadanos, participativa: “El paso de la democracia electoral a la democracia de ciudadanía consiste, precisamente, en mantener y perfeccionar los derechos políticos y lograr que la mayoría de la población pueda participar y beneficiarse de los derechos sociales y económicos.

Pero el filósofo español Joseph Ramoneda nos plantea el secuestro de la democracia y la libertad por los poderes económicos, señalando una contradicción esencial entre democracia y capitalismo. “La democracia es tendencialmente igualitaria, en la medida en que se basa en el principio de un hombre (o una mujer) un voto; el capitalismo es esencialmente desigualitario en tanto que se funda en la ley del más fuerte, en la lucha por la supervivencia en el campo de batalla del mercado”.

De la corrupción nos dice que “como figura central de la política contemporánea es la expresión de la difícil coexistencia entre un sistema económico -el capitalismo- que tiene la desigualdad como motor de su desarrollo y un sistema político –la democracia- que tiene la igualdad como principio articulador”.

Estimadas y estimados graduandos: Deseo convocarlos a continuar las luchas de sus padres y maestros por un mundo más justo y habitable. A rescatar los valores espirituales para erigir una sociedad fundamentada en la ética y los principios de los derechos sociales. A recuperar los valores de la política. A participar no solo en la creación de riquezas, sino también en su distribución.

La política tiene que recuperar su compromiso con los sueños libertarios, con la solidaridad humana. Participen de ella en todas sus expresiones, incluso en la militancia para reconvertir los partidos en instrumentos del bienestar colectivo.

Los bienes materiales son esenciales para todos. Pero es también fundamental que no se dejen consumir por la tibieza y la indiferencia. Este país todavía es un ámbito hermoso, “colocado en el mismo trayecto del sol”, con una naturaleza pródiga, lúdica y regenerativa.

Vivan, ejerzan sus profesiones con la pasión de la trascendencia. Porque al final por más que acumulemos volveremos a la tierra ligeros de equipaje, y lo que quedará será lo que hayamos acumulado en la solidaridad, en la generosidad con esta tierra y sus habitantes.

Esta nueva generación está convocada a afianzar los avances democráticos con las grandes transformaciones que demanda la sociedad dominicana, sustituyendo los botes individuales por grandes embarcaciones que atraquen siempre en ámbitos nacionales, donde quepan todos los sueños y realizaciones humanas.

A los jóvenes

Permítanme concluir citando al excepcional poeta latinoamericano Mario Benedetti, quien hace dos semanas publicó en Madrid su último libro titulado Memoria y Esperanza, que él dedica a ustedes los y las jóvenes, a quienes pide que no desperdicien su frescura, ni apaguen su curiosidad, que luchen contra el conformismo y el consumismo. También que preserven la rebeldía, el idealismo, la vitalidad, las ganas de vivir y de cambiar el mundo y no se dejen vencer por el tedio o el derrotismo.

¿Qué les queda por probar a los jóvenes
En este mundo de paciencia y asco?
Sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
También les queda no decir amén
No dejar que les maten el amor
Recuperar el habla y la utopía
Ser jóvenes sin prisa y con memoria
Situarse en una historia que es la suya
No convertirse en viejos prematuros.
¿Qué les queda por probar a los jóvenes
En este mundo de rutina y ruina?
¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?
Les queda respirar/ abrir los ojos
Descubrir las raíces del horror
Inventar paz así sea a ponchazos
Entenderse con la naturaleza
Y con la lluvia y los relámpagos
Y con el sentimiento y con la muerte,
esa loca de atar y desatar
¿Qué les queda por probar a los jóvenes
En este mundo de consumo y humo?
¿vértigo? ¿asaltos?¿discotecas?
También les queda discutir con dios,
Tanto si existe como si no existe,
Tender manos que ayudan/abrir puertas
Entre el corazón propio y el ajeno/.
Sobre todo les queda hacer futuro
A pesar de los ruines del pasado
Y los sabios granujas del presente  

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