Apremia perfeccionar el accionar proselitista de los próximos doce días cruciales ante la alarmante incidencia de redes sociales en las que se atrincheran con impunidad los difusores de falsedades y difamaciones contra los que apenas existen recursos legales. Pero además debe superarse el simplismo de híper consignas de reprobación y auto elogios de algunos competidores. Sobre lo primero, es visible que la infamia es recurso en crecimiento que reservaría peores cosas como que desde la sombra, con la indigna capacidad manipuladora de multitudes que brinda la era digital, se logre que la mentira sustituya la verdad en el ánimo de un importante segmento electoral desavisado y acrítico.
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Se necesitaría un blindaje propiciado por las voces representativas de la sociedad que incluya a las polarizadas dirigencias partidarias y liderazgos de opinión sectoriales y legítimos. No escatimar esfuerzos a través de los medios de comunicación para generar alertas en el electorado emitiéndole nutrida información veraz y recomendaciones para que sepa coger y dejar de entre la avalancha mensajera de infundios. Lo inicuo no debe ganar terreno.
A la vanguardia de esa cura en salud debe estar el sistema partidario del que a veces procede una retórica que promueve asumir posiciones extremas alejadas de prudencia y con riesgos de generar reacciones desproporcionadas cuando hablan políticos que influyen en multitudes. Que las cúpulas dirijan un poco de su tiempo a respaldar el democrático proceso.