Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia -Alexis de Tocqueville
Uno de los principales factores que ha impedido nuestro desarrollo integral como país, ha sido la pesada gravitación del caudillismo y su variante el absolutismo presidencial.
Los Santana, Báez, Lilís, Trujillo, Balaguer, Leonel y Danilo, para sólo mencionar algunos, impusieron con sus estilos, diferencias y peculiaridades, modelos en los que el gobierno giraba alrededor de sus intereses personales y de grupo, aunque los disfrazaran de motivaciones políticas.
Ejerciendo mayores o menores grados de violencia o de autoritarismo, actuando bajo mascaradas o formalidades especiales, esos mandatarios gobernaron a su antojo y obstaculizaron el desarrollo pleno de la democracia.
Los gobiernos de todos ellos se caracterizaron por la apropiación de capitales y bienes públicos, la maldita corrupción, diría alguno, y la disfuncionalidad de las instituciones democráticas.
Así, bajo formalidades “democráticas”, gobiernos como los de Leonel y Danilo, siguieron las prácticas corruptas del pasado poniendo al frente de las instituciones del estado a sus socios económicos, algunos de ellos dirigentes de sus partidos o familiares, haciendo de la democracia una caricatura.
Desde 2020 dirige el país el presidente Luis Abinader, quien por legado y prácticas actúa para dejar atrás el desorden institucional y la corrupción, que andan siempre en concubinato.
Luis inició como garante de la independencia y separación de los poderes del estado; poniendo en orden la administración pública; respetando la libertad de expresión, como reconocen propios y extraños, y no usando a medios para sus fines políticos.
Ahora, en un ejercicio de alternación de importancias y urgencias, antes de que coja fuerza el proselitismo extemporáneo de la oposición, plantea dos reformas a la Constitución que son indispensables y urgentes para apalancar el régimen democrático institucional.
Ambas reformas ponen de manifiesto la determinación Abinader de reducirse poder en la presidencia de la República, siendo el primer mandatario dominicano que se quita poder, justo en el momento en que el pueblo le endosa una gran mayoría para dirigir el estado.
Plantea Abinader dos reformas a la Constitución que democratizan dos elecciones claves para la institucionalidad del país.
Se trata de elevar la elección de la Procuraduría a un órgano colegiado en vez de mantenerlo sólo a cargo del Presidente de la República, como es ahora.
Luis Abinader designó a Miriam Germán y Yeni Berenice al frente del Ministerio Público, pero no hay garantía de que en el futuro el individuo que es el Presidente no vaya a designar a un personaje de la calaña de ciertos procuradores generales que hemos tenido, lo cual es difícil que se produzca cuando esa autoridad sea elegida por varios funcionarios, para lo cual es necesario reformar la Constitución.
La otra reforma es la de hacer realmente difícil que un presidente de la República pueda fácilmente reformar la Constitución teniendo la mayoría calificada o “completándola”, como ha sido usual en el pasado, con las diligencias del “el hombre del maletín”, ese cabildero que compra los votos opositores que hagan falta para aprobar una reforma a la Constitución o una Ley Orgánica.
Hay quienes sostienen que el candado constitucional que propone Abinader es innecesario y que la mayoría calificado es suficiente. Falso de toda falsedad: ya en el pasado reciente presidentes como Leonel Fernández reformaron la Constitución para su beneficio, como lo hizo en el 2010, y Danilo quiso pero no pudo hacerlo por presiones opositoras y del gobierno USA.
Lo que propone Luis es una super mayoría en la que las reformas para fines de reelección tengan que contar con una participación del pueblo, y no sólo de los políticos del Ejecutivo y del Congreso.
Dados los antecedentes de los Santana, Báez. Lilís , Trujillo, Balaguer, Leonel y Danilo para perpetuarse o buscar perpetuarse en el poder, o tener un sistema judicial que sirva a sus intereses económicos, ha lugar a las reformas constitucionales que plantea Luis que constituyen fórmulas para democratizar la democratizar la democracia.
Claro que algunos que se han beneficiado y quieren seguir beneficiándose del absolutismo presidencial se van a oponer pues no quieren que toquen la Constitución, pues les ha ido demasiado bien como está.
Mientras tanto, su oposición se erige contra ellos como un dedo acusador que los incrimina.