Uribe llega mitad gobierno opacado por críticas

Uribe llega mitad gobierno opacado por críticas

BOGOTA (AFP).- Aunque sigue siendo el presidente colombiano más popular de todos los tiempos, Alvaro Uribe llega este sábado a la mitad de sus cuatro años de gobierno con vacíos en el campo económico y social, y cuestionado por su proceso de paz con los paramilitares y su guerra abierta con la guerrilla.

   Si bien su liderazgo está fuera de discusión y goza de 80% de respaldo en la opinión pública, Uribe empieza a mostrar unos signos de desgaste amplificados por la enorme expectativa con que llegó al poder el 7 de agosto de 2002, con la promesa de derrotar a los grupos armados ilegales, la politiquería y la corrupción.

   Su punta de lanza, la política de seguridad, se ha convirtiendo en su talón de Aquiles, porque está fundamentada en una estrategia militar, difícil de sostener en el tiempo y con escaso contenido político, social y de justicia, coinciden los analistas.

   «Esto puede ocasionarle muchas dificultades, sobre todo cuando a uno o dos años no se ve una pacificación del país por la vía militar y haya necesidad de una negociación política», declaró a la AFP el politólogo Fernando Giraldo.

   Aún si hay una reducción en los ataques contra la población y la infraestructura del país, los expertos señalan que las comunistas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) están en un repliegue táctico y no significa, como estiman militares y gobierno, que ese grupo de 17.000 hombres esté perdiendo la guerra.

   Con las FARC, que se niegan a negociar con Uribe, el gobierno no ha logrado ningún avance en estos dos años para negociar un acuerdo humanitario de intercambio de secuestrados por rebeldes presos, pese al clamor de la sociedad.

   Con el Ejército de Liberación Nacional (ELN, 4.000) Uribe busca un diálogo bajo los buenos oficios de México, pero en medio de gran escepticismo ante la duda de si existe una voluntad de paz real o un interés de legitimación política: el grupo insurgente a causa de su supuesta debilidad militar y el gobierno por su proceso de paz con los paramilitares.

   En las negociaciones con las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), iniciadas el pasado 1 de julio, el gobierno ha invertido gran parte de su credibilidad política, luego de 18 meses de un sobresaltado proceso altamente cuestionado dentro y fuera del país.

   La creación de una zona de 368 km2 en el noroeste del país -donde están ubicados los jefes de las AUC- la violación del cese del fuego decretado el 1 de diciembre de 2002 y la negativa de los paramilitares a pagar sus crímenes con cárcel o extradición, son los flancos débiles de un proceso que incluso Washington ve con malos ojos, por considerar que detrás de los irregulares está el narcotráfico.

   «Como el aprendiz de brujo que no puede controlar las consecuencias de sus actos, el gobierno parece temer las eventuales consecuencias (…) de su improvisación. Son los paras los que llevan la iniciativa, alzan la voz, hacen amenazas, mientras el gobierno, silencioso, va a la zaga», sostiene el analista Alfredo Rangel.

   Así las cosas los analistas dan poca vida a esa negociación, al tiempo que critican que en su afán por justificar ese proceso y mostrar resultados en la estrategia de seguridad, el gobierno se ha aislado internacionalmente -sobre todo de la ONU y la Unión Europea- y desatendió la labor social.

   Una reactivación económica que llevó a un crecimiento del 4%, el más alto de los últimos ocho años, y su labor de saneamiento de las finanzas públicas no se ha reflejado en lo social: casi 60% de los colombianos vive en la pobreza y el desempleo supera 14%.

   «Uribe no ha sido el estadista que, con cabeza fría y grandes propósitos, conduce a su pueblo en medio de la crisis», opinó el politólogo Pedro Medellín.

   Obnubilado por la popularidad generada por su discurso de mano dura contra la guerrilla, la percepción casi mesiánica de su labor en el país, y ahora por su afán de revivir la reelección presidencial para prolongar su mandato, Uribe -según analistas y dirigentes políticos- está perdiendo el rumbo.

   «Ha insistido en una actitud de menosprecio de la institucionalidad. Sacrificando incluso la democracia en aras a hacer prevalecer sus puntos de vista ha agraviado a personas, a instituciones, al mismo Estado, y eso tiene un costo», afirmó Giraldo.

   Una caricatura del diario El Tiempo bien lo ilustró hace dos días. Una mujer con su hijo de la mano, en este caso Uribe, escucha atenta del maestro la calificación de su niño: «Flojo en matemáticas, muy mal en sociales… eso sí, en popularidad nadie le gana».

Publicaciones Relacionadas