Usando la carabina de Ambrosio

Usando la carabina de Ambrosio

Hace algún tiempo, refiriéndome a la cultura que en cierto momento floreció espléndidamente en San Pedro de Macorís, relaté la salutación que, en latín, le dirigió un eminente abogado local a uno de esos personajes originales –únicos– que siempre aparecen en ciudades y poblados varios.

No voy a repetir la anécdota, pero no logro escapar de la ocurrencia de aquel señor, que al ver a su compueblano regresar sin un ave tras una excursión de caza, le dijo al cariacontecido personaje: “Carabinam tuam Ambrosium recordavit”. La carabina tuya me recuerda la de Ambrosio.

Es que con aquella carabina no era posible acertar a un blanco.

Resulta que me vengo temiendo que estamos utilizando la carabina de Ambrosio.

No solamente en el caso haitiano.

Desde hace tiempo (¿tal vez desde siempre?) hemos disparado mal. Lo he dicho otras veces. Miramos mucho hacia el exterior. Cuando España encontró mejores cosas en Tierra Firme y aquí los metales preciosos no abundaban en los ríos, la vista hispánica de las nuevas tierras –que el signore don Cristóforo Colombo, nunca supo que eran nuevas– dejaron la isla y entonces, los isleños miraron hacia fuera, buscando recursos.

Empezó “el Situado”, símbolo de soluciones prevenientes del exterior.

Todavía andamos en eso. Mirando hacia afuera.

Las avizorables soluciones deben estar pronunciadas en inglés, u otro idioma.

Tanta es nuestra perceptible dependencia emocional a lo extranjero, que hace escasos días, un dominicano, sobresaliente abogado y político (o al revés) expresaba por televisión algo irónico, insólito y desconcertante: que lo que más nos convendría es que la Fuerza Aerotransportada de Marines norteamericanos nos intervenga otra vez, para que despierte nuevamente nuestro patriotismo enfurecido y bravío como tantas veces en el pasado y como hizo en 1965, cuando surgieron héroes y heroínas, redivivos con el sueño duartiano de una Patria libre y digna.

Ha sido necesario que los directivos haitianos nos insulten, después de haber estado haciendo arreglos financieros con malos dominicanos para establecer un acuerdo inmoral binacional que ha funcionado suavemente engrasado por astronómicas sumas de dólares. Ha hecho falta el insulto –repito– para que los dominicanos nos indignemos y reclamemos, a viva voz, nuestros derechos ante toda entidad internacional o todo gran país que pretenda que nosotros carguemos con el desastre haitiano.

¿Tendrá razón nuestro conocido político y jurisconsulto al pensar que sin un disparador externo nuestra nación no se enterará de que está errada en su conducta frente a Haití? ¿Que debe cambiar de actitud?

¿Que el país está, como aquella imprecisa carabina de Ambrosio, disparando timideces a puntos equivocados?

Todavía estamos a tiempo para darnos a respetar como nación, sin dar la impresión de andar ofreciendo explicaciones como si fuésemos culpables de alguna falta y nos excusáramos ante los mayores.

Estamos haciendo las cosas correctamente al implementar una política migratoria conforme a nuestras leyes y a los estándares internacionales, dentro de un marco de respeto a los derechos humanos.

Tenemos que creer con mayor firmeza en nosotros mismos, en nuestros valores.

Y exigir respeto a nuestra soberanía como nación.

Derecho que hemos ganado a fuerza de trabajo, sufrimiento y persistencia.

 

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