Usar, no abusar del poder

Usar, no abusar del poder

CÉSAR PÉREZ
El poder es para usarlo. No sabemos de qué mente febril surgió esta primitiva divisa, pero todos sabemos que es frecuente escucharla en determinados círculos de militantes y áulicos de los tres más grandes partidos cuando estos han estado en la conducción de la cosa pública de este país, sobre todo en los dos mayores, cada uno de acuerdo a sus particulares formas de hacer política, cada uno en sus peculiares maneras de interpretar las reglas básicas de la democracia.

En nombre de la divisa de marras y de acuerdo a su cultura política, la facción del Partido Revolucionario Dominicano, PRD, que tuvo el control del estado en el anterior gobierno, tenía como principio gobernar exclusivamente para ella, reduciendo la conducción política del país al simple enriquecimiento de los más altos dirigentes de esa facción. A su modo, la facción mayoritaria del Partido de la Liberación Dominicana, PLD, en su anterior mandato hizo uso de su poder para desconocer el sentimiento de la mayoría de regidores e imponer una Liga Municipal a su gusto e intentó imponer una Junta Central Electoral al gusto de Balaguer.

La primitiva divisa de que el poder es para usarlo, conduce al desconocimiento de los derechos de las minorías y a éstas desconocer los de la mayoría, por lo tanto, a desconocer reglas claves de la democracia, como son el respeto a la pluralidad de actores, el de la representación y la participación e incluso al irrespeto a la división de los poderes.  Conduce, finalmente, a que se mantenga en este país el canibalismo político, la intolerancia y la fragilidad de las instituciones políticas, principalmente los partidos como formas de representación.

El conflicto entre el gobierno, los síndicos municipales de diversos partidos, principalmente los del PRD, y los graffiti en las paredes donde se plantea la disolución del Congreso y que aprueban algunos comentaristas que de una u otra manera coinciden o favorecieron el triunfo electoral del PLD, constituyen dos manifestaciones de mal uso del poder en el primer caso y de extremismo e infantilismo político en el segundo.  En gran medida, ambas actitudes tienen sus raíces en la divisa arriba comentada, la cual forma parte de los no pocos vicios de nuestra cultura política.

En lo que se respecta al conflicto entre síndicos y gobierno, el segundo quiere despojar al primero de algunos equipos que a estos les asignó el anterior gobierno, en el contexto de la ambigüedad, de ilegalidad, de zancadillas y trampas en que generalmente discurren las relaciones entre los tres grandes partidos.  El gobierno anterior, en medio de la ambigüedad de las competencias les asignaba a los gobernadores equipos para hacer labores que eran de competencia de los ayuntamientos.

Una vez perdida la aventura reeleccionista, el ex presidente traspasa esos equipos de los gobernadores a los ayuntamientos dirigidos mayoritariamente por el PRD.  El fin político o politiquero de esa medida era evidente, sin embargo, el gobierno del PLD responde de la misma manera y sin más, declara su intención de tomar dichos equipos, recurriendo al uso legal del poder que detenta, pero sin meditar que la medida puede es en gran medida ilegítima.

El problema es fundamentalmente político, no legal.  Con esa actitud ese revive los hechos que los condujo a militarizar la Liga Municipal e imponer en conducción de esta a la fuerza municipal minoritaria que le disputaba la dirección de esa institución a la fuerza del PRD que era y es mayoritaria desde el punto de vista municipal.  Igualmente, el gobierno y su partido desaprovechan una oportunidad para lanzar puentes que los conduzcan a, sino a una convivencia distendida y útil para ellos y para el país, al menos a una eventual alianza estratégica con los municipios y porqué no, a una posible alianza de hecho con varios síndicos y regidores del PRD.

Lo que debía y aún puede hacer el partido/gobierno es plantearles a los ayuntamientos con equipos que aparecen registrados como del gobierno, un plan de uso de los mismos donde quede claramente establecida una forma de participación del gobierno en la gestión de algunos temas municipales.  Hoy día está lo suficientemente demostrado que, independientemente de las razones, los ayuntamientos no tienen los recursos suficientes para administrar sus territorios y que, sin menoscabo de sus exclusivas competencias, los estados nacionales pueden participan junto a los ayuntamientos en determinadas esferas o proyectos de gestión local.

Es de esa manera y no con el recurso a la fuerza que legalmente posee el estado como se resuelven estos temas.  La actitud de gobierno, además de crear una innecesaria y peligrosa situación de crispación en sus relaciones con oposición, desvía la atención sobre temas en los que puede aglutinar voluntades contra los últimos actos de violencia y delincuencia, las cuales pueden coincidir con las posiciones y acciones que este pueda tener en ese sentido.

Por último está el tema de los graffiti contra el Congreso. Cierto es que la mayoría de los miembros que integran esta institución constituyen una vergüenza para el país, pero esa mayoría no son exclusivamente de un solo partido, los hay de todos. Hay legisladoras y legisladores que es gente seria, aunque secuestrada por esa mayoría impuesta por sus partidos. Por otro lado, quién garantiza que si se disuelve ese Congreso los partidos mayoritarios tendrán la voluntad o capacidad de elegir otros que sean diferentes?.

Disolver este Congreso en el contexto de la cultura del «poder es para usarse» es crear un precedente de consecuencias impredecible para esta sociedad de instituciones políticas no solamente débiles, sino fuertemente cuestionadas por la población, según numerosas y diversas mediciones. 

En tal sentido, lejos crear debates que distraigan la atención tanto de la población como de los sectores populares que componen sus bases, los sectores que dentro del gobierno como de la oposición estén interesados en enfrentar seriamente los problemas de este país deben propiciar un debate sobre cosas serias y tratar de otra manera unas diferencias que bien pueden ser situadas en otro plano.

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