Uso y abuso del poder

Uso y abuso del poder

El Estado dominicano nace el 27 de febrero de 1844. Los trinitarios se inspiraron en los ideales de los fundadores de la nación estadounidense, enriquecidos también con los principios enarbolados por la revolución francesa. Para desgracia de la futura democracia quisqueyana, el control de ese órgano de dominio político vino a caer en las manos del sector hatero representado por Pedro Santana y su grupo.

Desde su origen quedó truncado dicho proyecto debido a la inserción en nuestra primogénita constitución del famoso artículo 210 a instancia de Tomás Bobadilla, el cual decía: «durante la guerra actual y mientras no esté firmada la paz, el Presidente de la República puede libremente organizar el ejército y armada, movilizar las guardias de la nación; pudiendo, en consecuencia, dar todas las órdenes, providencias y decretos que convengan, sin estar sujeto a responsabilidad alguna».

Con ese solo articulado se legitimaba el posterior abuso de los poderes del jefe de Estado ya que constitucionalmente se le había investido de un poder ilimitado, el cual ejercería sin responsabilidad alguna y sin que tuviera dar cuenta de sus acciones a nadie. Recordemos que la carta magna norteamericana insistía en el equilibrio de los tres poderes del gobierno: el legislativo, judicial y ejecutivo. Pedro Santana se convirtió de golpe u porrazo en ley, batuta y constitución desde el comando ejecutivo.

El hombre fuerte del este obligó en más de una ocasión a que se modificara a su antojo y conveniencia la ley sustantiva a fin de ponerla a tono con su propósito de eternizarse en la presidencia de la república.

Su contrincante alterno, Buenaventura Báez fue enviado al exilio, acción que culminaría con la anexión a España. Fue mucha la sangre, dolor y sacrificio lo que le costó a las fuerzas patrióticas el restaurar la soberanía inculcada. Varias décadas después tendría otro ejemplo de dictador, Ulises Heureaux, mejor conocido como Lilis, quien gobernó por el partido azul de 1882 a 1884, aprovechó dicho período para ganarse la adhesión y lealtad de antiguos dirigentes del partido rojo de Báez. La génesis del control de la maquinaria estatal por parte de Lilis, la describe de forma magistral Frank Moya Pons, en su Manual de Historia Dominicana en los siguientes términos:»Heureaux convino con los rojos en hacerse del poder con su apoyo y trabajó para lograrlo. Y gracias al apoyo del Sur y de los rojos arrancó de las manos de Luperón la maquinaria azul y logró instituir un régimen personalista que llegó a diferenciarse poco de los anteriores regímenes de Báez».

Lilís también hizo modificaciones a la Constitución para ajustarla a sus coyunturales designios. Es harto conocida la forma en que el General Lilís abusó de las riendas estatales durante su dictadura. Ya en pleno siglo XX vendría a corresponderle a Rafael Leonidas Trujillo instaurar otro régimen de fuerza a partir de 1930 y que concluiría trágicamente en 1961.

Alguien a dicho con razón que la vida de los líderes políticos hay evaluarla tomando en cuenta su comportamiento final para con la sociedad. Santana murió amargado, enfermo, olvidado y abandonado. Ulises Heureaux cayó abatido bajo una lluvia implacable de plomo justiciero. Trujillo rodó por el pavimento de la autopista 30 de Mayo, como resultado de certeros disparos de diferentes armas que pusieron fin a treinta años de tropelía e infamia.

Santana, Lilis y Trujillo tuvieron en común el afán de perpetrarse en el poder, abusar avasalladoramente del mismo, realizar burdas maniobras y trampas electorales, modificaciones constitucionales a la medida, reeleccionismo, descalabro financiero, auge de la intriga y de la traición, engaño, soborno, y el uso abusivo de la fuerza y todos los recursos gubernamentales para móviles continuistas. Ya en el siglo XXI, entrando en un nuevo milenio vemos un nuevo intento por reeditar la vieja obra histórica del continuismo reeleccionista, aún a sabiendas que la mayoría de la población rechaza tan descabellado propósito.

Definitivamente que parece ser cierta aquella legendaria frase de que «Nadie aprende en cabeza ajena». El nuevo aspirante a pichón de dictador: ¿correrá la suerte de Santana? Albergamos la esperanza de que no le toque el infortunio de Lilis, ni el de Trujillo, puesto que si se llevan a cabo unos comicios limpios y transparentes, no hay razón para desplazar a nadie del solio presidencial de mala manera. Además contamos con muy buenos asesores que son excelentes historiadores.

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