Ustedes que son grandes…

Ustedes que son grandes…

“¿Habrá podido el juez Ares mirar a los ojos a la nena de Bahía Blanca cuando le suplicó, de rodillas, ayuda para terminar con su pesadilla y él, que tenía en sus manos esa posibilidad, se la negó? Fue la segunda vez, en pocas semanas, que un adulto la defraudó: la primera, corrió por cuenta de su padrastro que abusó sexualmente de ella. Su pequeña pancita en crecimiento es prueba flagrante de semejante aberración. Sus ganas de morir, una consecuencia de la insensibilidad del magistrado.

El drama de Miriam –un nombre ficticio para personificarla– lamentablemente no es aislado, es el de otras nenas: de acuerdo con una investigación del Centro de Estudios en Población (Cenep), el 80 por ciento de las niñas madres del país ha tenido hijos con varones que las supera en, al menos, 10 años y el resto con varones que son al menos, 20 años mayores que ellas, situación que permite hipotetizar la presencia de situaciones de abuso, violación e incesto”.

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A mediados del año pasado Sergia Galván convocó a un desayuno de trabajo para explicar los avances y retrocesos del anteproyecto de ley para modificar el Código Penal Dominicano. Reiteró hasta la extenuación que el proyecto presentado al Congreso no era moderno, tampoco contaba con el consenso de la sociedad y de las organizaciones y convocaba los peores rasgos misóginos, patriarcales y de explotación descarnada contra la mujer y las niñas.

Insistió en que no era un asunto legal sino político y social. Con esa legislación en estudio se retrocedía a niveles nunca imaginados de primitivismo, inequidad y desigualdad.

El anteproyecto da marcha atrás con respecto a los avances que se han hecho a nivel internacional en materia de equidad de género y no se lograbann modernizar las pautas para la legislación contra la violencia intrafamiliar, sobre niños y adolescentes, no reconoce los avances en materia de salud sexual y reproductiva. Sobre todo retrocede porque continúa penalizando el aborto en todas las circunstancias, se elimina la tipificación del incesto, se comete la aberración de que si el victimario se casa con la víctima cesa la persecución y la pena y solo se criminalizan los casos de violencia en que haya mutilación o lesión permanente y deja un enorme vacío pues no considera crímenes contra la humanidad al embarazo forzado.

En diciembre Sergia Galván celebró un seminario sobre Mujer y Salud, y las cosas que allí se hablaron y la magnitud de la desidia gubernamental en materia de salud reproductiva entre tantas desigualdades me hizo buscar referencias en otros ámbitos de Latinoamerica.

Por supuesto estaba prejuiciada sobre el país, en el que desde hace tres años y ocho meses, se ha vuelto al pasado más demencial, autoritario y brutal de que esta República tenga memoria.

Por una manga de vándalos, el país ha sido arrasado, depredado, esquilmado y burlado. La parte más vulnerable de la sociedad, como las mujeres, los niños y los ancianos, son el reflejo de una sociedad arrabalizada, y la violencia familiar y de género ha dejado un tendal de mujeres muertas y de niñas prostituidas y envilecidas.

Sin embargo, contra mi pronóstico de que lo de aquí era lo más negro y deleznable, hay otros hechos inicuos como la historia que me han hecho llegar del departamento de Bioética de la Universidad de Bahía Blanca . Un pueblito rural ubicado a 15 minutos de la ciudad de Bahía Blanca (450Km al sur de Buenos Aires) fue el escenario del drama de una niña de 14 años, que carga con el peso de un embarazo no buscado, ni deseado, luego de haber sido violada por su padrastro. A mediados de noviembre pasado, cuando la chica estaba en el tercer mes de gestación, su madre se presentó ante la Defensoría General de Bahía Blanca, para solicitar autorización judicial para que la chica pudiera someterse a un aborto. “Está muy deprimida, dice que si la obligan a tener ese hijo se va a matar”, suplicó la madre ante la defensora oficial, quien presentó un recurso de amparo ante la Justicia correccional para que accediera al pedido de realizar un “aborto impune”, sin condena penal, alegando que la menor había sido víctima de una violación y que el nacimiento ponía en peligro la vida de la madre.

Aunque el requerimiento contó con la aprobación del Comité de Bioética del Hospital de Bahía Blanca y de la Asesoría de Menores, el juez rechazó la solicitud.

Cuando estuvo frente al juez, la niña se arrodilló ante él para rogarle que aprobara la interrupción de su embarazo. Ahora, tanto la madre como la defensora oficial, temen por la situación de la nena a la que le robaron su mundo de muñecas.

“Como el Código Penal establece que el aborto es un delito, lo que hicimos fue argumentar que dado el cuadro que presenta la menor, en este caso se trataba de la última posibilidad para evitar el peligro que corría la vida de la joven”.

La chica “fue violada por un hombre con el que vivía y que fue quien la reconoció al nacer como hija propia, no es su padre biológico sino su padrastro”. La niña vive en un campo, en compañía de su madre y de siete hermanos menores. El hombre desapareció de la escena familiar luego de cometer el abuso de la menor que estaba bajo su guarda. “La mamá vino a vernos muy preocupada porque su hija estaba pasando por un cuadro depresivo profundo que la llevaba a negarse a concurrir a los controles del embarazo y a manifestar en repetidas oportunidades su intención de suicidarse”. La chica repetía, en forma constante, que lo que lleva en su vientre “no es su hijo” y que si la obligan a tenerlo “se iba a matar”. Se negaba a ingerir alimentos y los informes psicológicos que se le realizaron señalaron con absoluta certeza que evidenciaba “una idea recurrente de muerte y autodestrucción”. La doctora y las autoridades del Hospital Interzonal dieron intervención al Comité de Bioética. “Los miembros del Comité recomendaron hacer la práctica médica al evaluar la situación de la joven y el asesor de menores también se manifestó en igual sentido”. Sin embargo, en el hospital, el director “dijo que no quería asumir esa responsabilidad sin la autorización previa de un juez, aunque también se contaba con la aprobación del representante legal de la joven y del niño por nacer”. Todos interpretaron que “en el juego de valores, el valor predominante era el de la menor madre”. La causa fue presentada ante el juzgado en lo Correccional. “El juez reconoció que la situación de la joven era muy complicada y dio por sentado que era cierto el temor de que pudiera correr un peligro grave en caso de continuar con el embarazo”. Sin embargo, a pesar de esa apreciación, “rechazó el pedido alegando que él no tenía intenciones de sumar una víctima, el niño por nacer, a otra víctima, la madre en conflicto”.

El juez determinó que es cierta “la afectación que sufre la menor” y reconoció que existe “la posibilidad de un riesgo”, pero su conclusión fue que “el aborto no es el único medio para solucionar” el conflicto. La doctora que la atiende y asesora a la madre se manifestó muy preocupadaor la situación de la nena embarazada. “Es una chica de 14 años, pero no hablo de 14 años de una chica de la ciudad, hablo de una chica que vive en un medio rural. Mental y físicamente es una nena de 11 años que está viviendo una situación para la cual no está preparada”.

El hecho de vivir en un pueblo pequeño incorpora elementos que agravan el drama. Todos los habitantes tienen conocimiento de la triste historia familiar y hasta los hermanos menores de la adolescente ahora le reprochan, desde su inocencia, que haya sido la “culpable” de que el padre –lo es en el caso de los niños más chicos– se haya tenido que ir de la casa familiar a partir de una situación dolorosa de la que ellos sólo conocen las consecuencias. Según la doctora, para la niña es “muy costoso, muy doloroso, porque ella tenía muchas expectativas en la resolución que tomarían los adultos y ahora está desolada”. Desde que supo de su embarazo, la menor dejó de concurrir a la escuela secundaria y se refugió en su casa.

“Ella tiene una candidez y una ingenuidad totales; hasta su desarrollo físico no coincide con la edad que tiene, parece que fuera todavía más chica”. La doctora recuerda, como en un mal sueño, la carita de la niña madre cuando se sentó frente al juez y le dijo: “Yo le pido por favor que me ayude porque de lo contrario no voy a vivir. Ustedes que son grandes, tienen que ayudarme”.

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