Útiles escolares

Útiles escolares

Históricamente el Estado dominicano ha estado en deuda con la educación, cuya garantía es una de sus obligaciones primarias.

La ley sobre la materia dispone que en Eduación debe invertirse un 4% del Producto Interno Bruto (PIB) o un 16% del presupuesto general de la nación.

Tan en serio se toma el papel del Estado en materia de Educación, que la misma ley establece que debe invertirse, preferentemente, el que resultare mayor, si el 4% del PIB o el 16% del presupuesto.

Históricamente, la inversión en educación ha estado muy por debajo de esas proporciones y la deuda acumulada es enorme. Los efectos son dramáticamente perjudiciales para el desarrollo de individuos en particular y el país en sentido general.

 Un dato curioso es que aunque no ha habido cambios en los textos oficiales para la enseñanza pública y hay estabilidad en la tasa de cambio, los útiles escolares están este año sustancialmente más caros que el año pasado.

El Estado tiene que tomarse más en serio sus obligaciones en materia de educación y preparación de la población para hacerle frente a los retos de la vida moderna.

Tiene que decidirse por invertir un 4% de nuestro creciente y vigoroso PIB, o un 16% del no menos cuantioso presupuesto general de la nación.

Adicionalmente, tiene que ocuparse con más dedicación a facilitar el acceso de los estudiantes o sus familias, especialmente los más pobres, a útiles escolares asequibles a sus limitadísimos presupuestos.

Aquí, para hacerle frente a un problema con vocación de generar convulsión social, se destinan enormes sumas al subsidio de la energía eléctrica y el gas licuado de petróleo.

 Aquí, aunque avergüence decirlo, hay recursos para mantener “cofrecitos” y alimentar ONG la mayoría de las cuales  no le rinden cuentas a nadie de lo que hacen con el dinero del erario.

Aunque no lo parezca, la inversión en educación debe ser tan o más atendida que aquellos  renglones.

Definitivamente, hay que pagar los atrasos de la deuda acumulada del Estado en materia de educación.

Reafirmación

Veintiséis años es una edad respetable para un medio de comunicación, y máxime cuando su nacimiento se produjo en una época de asedio a las libertades públicas.

Para cuando fue forjado el proyecto del cual nació este periódico, el propósito era llevar, de manera sobria y objetiva, la luz de la verdad  a  nuestra sociedad. Los tiempos han cambiado, radicalmente, sustancialmente, pero los propósitos que inspiraron nuestra existencia continúan siendo los mismos, tan firmes como al principio y enriquecidos por los desafíos  que impone la dinámica de los tiempos.

Si algo nos ha permitido esta relativa longevidad ha sido la firmeza en el cumplimiento de esos propósitos y el favor, el grandísimo favor, de la preferencia de nuestros lectores, que agradecemos sin medida.

Hoy no somos ni asomo de lo que fuimos al principio. Hemos avanzado con los avances tecnológicos, con los desafíos del mercado y las sutilezas de la globalización económica.

Todo eso ha ido moldeando y adecuando nuestro estilo, el diseño de nuestras páginas y los medios para llegar a nuestros amables lectores. En veintiséis años son muchas las cosas que han cambiado, excepto los propósitos de servir a las mejores causas del país, que hoy reafirmamos.

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