Uvas pasas racimales

Uvas pasas racimales

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Cuando se habla de uvas pasas o de ciruelas pasas -sobre todo al acercarse la Navidad- se piensa enseguida en frutas secadas al sol o dejadas, después de madurar, en las ramas del árbol que las produce. Las pasas se arrugan por haber perdido el jugo original. Al carecer de agua se secan y contraen. Se dice de tal o cual persona: “está como una ciruela pasa”, cuando tiene la piel arrugada y reseca.

Pero en esta ocasión deseo referirme a las “pasas políticas” de la sociedad dominicana.  El primer paquete racimal es el que corresponde a Trujillo y a los trujillistas. Han pasado cuarenta años, los mismos cuarenta que paso Moisés en el desierto de Sinai, sin que se haya producido un cambio significativo en la conducta colectiva de los dominicanos. Trujillo está más de moda que nunca; ya no gobierna ni comete crímenes y eso le presta la distancia necesaria para idealizarlo, para verlo con la óptica de la añoranza. A su muerte no hubo procesos judiciales, ni prisiones, ni reparaciones por daños. Los habitantes de esta isla ni siquiera llegamos a atisbar un pedazo de “la tierra prometida”.

Hoy la figura de Trujillo es objeto de un “tratamiento iconográfico”. Se habla de las mujeres de Trujillo, de los caballos de Trujillo, de los hábitos alimenticios de Trujillo.  Periodistas e historiadores escriben acerca de Trujillo y Haití, sobre Trujillo y el Presidente Kennedy; encima de todo esto, chapoteamos en anécdotas degradantes atribuidas a Trujillo o a sus colaboradores cercanos. Acaba de publicarse una antología de cuentos compilada por el licenciado Miguel Collado.  La acción de estos cuentos transcurre en la época en que Trujillo gobernaba. La cubierta del libro lleva una vistosa fotografiá de Trujillo. Los editores estiman que “la imagen de Trujillo vende”, que su sola mención es “un ingrediente valioso de mercadeo”. Los cuentos tienen la calidad literaria imprescindible para merecer la “antologación”; el antologador ha hecho un buen trabajo de selección; y puesto que una enorme cantidad de dominicanos vivió en la “atmósfera social de la tiranía”, eso justifica la elección del tema. En lo que concierne a los historiadores no hay dudas de que Trujillo es “un trozo” de su campo profesional legítimo.

El bicornio emplumado de Trujillo, su uniforme militar cubierto de entorchados, el automóvil baleado junto al cual encontró la muerte, son “piezas del sagrario”, reproducidas una y otra vez en periódicos y TV. Las mismas personas que exhiben estas “reliquias” consideran que se trata de un “morbo vernáculo”. Aquellos que no sienten “sintonía” con esta manera de presentar los acontecimiento son tildados de excéntricos, out-siders, extraños tipejos que no representan “las grandes mayorías”. Los asuntos relativos a Trujillo constituyen hoy un paquete de uvas pasa racimales.

El golpe de Estado contra el gobierno de Juan Bosch, en 1963, es el segundo paquete racimal de nuestra política. También sobre este penoso suceso han pasado cuarenta años. Los actores principales de la conspiración contra Bosch ya son algo menos que uvas pasas racimales. Mientras los documentos de la época se convertían en papeles amarillos, los protagonistas morían, envejecían o perdían la memoria, el conjunto de los acontecimientos previos, inmediatos y posteriores al 25 de septiembre de 1965, han disminuido de volumen al arrugarse con el paso del tiempo. Poca gente manifiesta interés por esclarecer este momento difícil de nuestra historia social.  Trujillo desapareció físicamente, arrancado de este mundo por obra de un grupo pequeño de hombres que preparó una emboscada.  No murió a causa de un levantamiento militar, de una revolución social o una lucha de “partisanos” armados. Cuando Trujillo muere quedan intactos los estamentos sociales que le apoyaron durante treinta años. En ese contexto debería estudiarse la “caída” de Juan Bosch y la intervención militar de los Estados Unidos.

El ascenso de Balaguer al poder en 1966, y las ejecutorias de los sucesivos gobiernos que presidió, forman el tercer paquete de uvas pasas racimales de nuestra historia reciente. Así como no tocamos ciertos asuntos espinosos que atañen a Trujillo, tampoco examinamos las actitudes o notas del carácter de Juan Bosch. Pasamos por alto los hechos, escritos y declaraciones de Bosch, y los ponemos a secar al sol del tiempo, los dejamos colgados en un árbol que llamaremos Clío. Del mismo modo, no nos gusta entrar en el estudio de los gobiernos de Balaguer con “espíritu objetivo”, sin ánimo laudatorio, sin prejuicios condenatorios. Lo más penoso de todo es que sin entender estos tres pasos de la historia dominicana inmediata, no podremos comprender lo que nos ocurre ahora, al crecer el país demográfica y económicamente, al incrementarse la movilidad social y el acceso a la educación. De Trujillo pasamos a Bosch, un escritor exiliado; de Bosch pasamos a Balaguer, un funcionario de la “nomenclatura” establecida por Trujillo; y a partir de Balaguer hicimos el tortuoso camino hasta la situación en que nos encontramos en este momento. ¿Con qué clase de gafas interpretativas contemplamos esos acontecimientos políticos? Son tres racimos secos de uvas pasas, acumulados confusamente en el desván de la memoria colectiva de los dominicanos. Harían bien los historiadores jóvenes en volver a hidratar los paquetes de pasas con el agua de una apropiada hermenéutica. Tal vez nos haga falta beber ese jugo azucarado para construir, con mejores materiales, el porvenir del sistema político de la R.D.

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