V Bienal del Caribe: alarde y decepción

V Bienal del Caribe: alarde y decepción

A pesar de que la mayoría de los videos permanecen apagados (probablemente por la doble falta de energía y soporte tecnológico), de que jamás ha habido personal de apoyo que guíe adecuadamente a los visitantes y de que muchas de las exposiciones paralelas han estado más tiempo cerradas que abiertas, todavía se puede ver en los espacios del Museo de Arte Moderno una parte considerable de los trabajos seleccionados y premiados en la quinta edición de la Bienal del Caribe. Así que aún existe la posibilidad de advertir y luego confrontar los muy particulares criterios que se emiten en esta nota.

Si nos atenemos al estado de retraimiento, al aire de dispersión y a la superficial retórica de autosuficiencia que en los últimos dos años signan la gestión de mi colega y amiga Sara Hermann al frente del Museo de Arte Moderno, principal institución organizadora de la Bienal del Caribe, se tornarán cristalinas las razones por las que ya desde antes de la inauguración se nos ha querido “notificar” oficialmente el balance positivo de dicho evento. Pero más allá del entusiasmo que genera la visita de artistas, curadores, críticos y demás invitados extranjeros; más allá del ambiente festivo y de los aplausos conquistados por el apoyo oficial de rigor, especialmente de parte del Lic. Tony Raful, Secretario de Estado de Cultura, de la Dra. Milagros Ortiz Bosch, Vicepresidenta de la Repùblica, y de Marianne de Tolentino, Directora del Centro Cultural CARIFORO, ¿es factible advertir los frutos o establecer objetivamente el balance positivo de la V Bienal del Caribe?.

“En esta ocasión nos preocupa mucho el tema de la percepción. Cómo somos percibidos en el Caribe, por qué nos perciben los otros así y cómo queremos nosotros que nos perciban. También estamos tratando de ir renovando las visiones del proyecto Bienal del Caribe. Pero más que una bienal anti sourvey, más que una bienal vitrina, queremos que esta bienal sea un punto de encuentro para analizar las utopías del Caribe, una ventana abierta a las sensibilidades, porque al final no importan las nacionalidades, los regionalismos ni de dónde somos”. Esta declaración de Sara Hermann desborda los límites de todo un alarde en su afán de teatralizar la inconsistencia; de un precario “estilo” de gestión cultural traspasado por el aire caprichoso y desprevenido de la indiferencia y la frivolidad.

Así, traspasando el inflado discurso de los “especialistas” involucrados en la organización y montaje del evento, registramos la discreta atención de la crítica independiente, las reflexivas y silenciosas observaciones de una serie de artistas de obras y trayectorias respetables, así como distintas opiniones que contienen diferentes puntos de vistas, lecturas, perspectivas y matices dignos de consideración.

Uno de los aspectos más cuestionados y cuestionables de la Bienal del Caribe se refiere a la situación actual del proyecto de su propia naturaleza. Aunque circularon rumores sobre un supuesto “proyecto” o documento redactado por el equipo del MAM y aunque Sara Hermann nos hable entusiasmada sobre sus “transformaciones” al proyecto original de la Bienal, no se puede afirmar la real existencia del proyecto.

El proceso transformador del proyecto original se registra sobre la marcha (en las ùltimas dos ediciones) y no hay ninguna duda respecto a la responsabilidad que en el mismo ha jugado la actual directora del MAM. Pero varios aspectos de estas transformaciones también perfilan la inconsistencia y desfiguración del estatus actual de la Bienal del Caribe como evento internacional. De manera que no hay proyecto y sin proyecto no hay estatus, objetivos ni evento consistente que proyectar. Para que no se crea que exageramos, téngase en cuenta que durante el corto trayecto que ha incluido su convocatoria, organización, montaje y apertura ha sido sumamente intrascendente la labor de difusión de las bases, el tema o la importancia de esta edición del evento

Sobre la urgencia de la reformulación del proyecto Bienal del Caribe opina el artista, curador y critico de arte Carlos Acero Ruiz, quien tambien fue consultado sobre el contenido de las bases de esta quinta edición de la bienal. “El proyecto Bienal del Caribe hay que reformularlo definitivamente. Por ejemplo en esta ocasión las bases fueron abiertas, el evento estaba abierto a todo aquel que enviara una propuesta, pero fue convocado con muy poco tiempo. En esta ocasión se disminuyó la cantidad de buenas exposiciones paralelas y hubo mucha pretensión con los proyectos de la calle. Por eso la cantidad y la calidad en la V Bienal del Caribe se fueron a pique. El logro más importante de la bienal es que se haya realizado, que haya sucedido nuevamente para beneficio del arte y los artistas contemporáneos del Caribe”.

Una opinión parecida es la del participante Pascal Meccariello, quien sostiene que la dirección del Museo de Arte Moderno “se anotó un 100, reconociendo las dificultades y precariedades institucionales. La bienal se llevó a cabo. El empeño fue positivo, no se perdió el evento. Ese es el punto más positivo. Ahora, la bienal tambien ha servido para evidenciar las carencias de recursos técnicos y tecnológicos, no solo en el MAM, sino en toda la infraestructura del sistema cultural dominicano. La falta de presupuesto hace mucho daño. Mi obra por ejemplo solo pudo exhibirse por una semana porque el equipo técnico era prestado”.

En lo que algunos no coinciden con Carlos Acero es en su “celebración” del hecho de la abultada delegación de artistas nacionales en la bienal. Por ejemplo, el caso del “Colectivo Shampú” no es más que un embeleco armado desde las oficinas del MAM a partir del reclutamiento de un cuarteto de jóvenes publicistas. Hasta ahora, a excepción de Mario Dávalos, ninguno de los miembros de este colectivo fantasma resiste la prueba de la confrontación de su práctica creativa. Así es que la verdadera representación del arte contemporáneo dominicano descansó nuevamente en las espléndidas participaciones de José Cestero, Johnny Bonnelly, Polibio Díaz y Martin López. Desde luego, no podemos despachar tan fácilmente los excelentes trabajos de Pascal Meccariello, Raquel Paiewonsky o las sorprendentes imágenes fotográficas de Cesar Mieses. Pero, sobre la representatividad de las distintas delegaciones y sobre otros aspectos estructurales volveremos en una próxima entrega.

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