LA PAZ, Jun 8 (AFP) – El líder del Congreso, Hormando Vaca Diez, primero en línea de sucesión constitucional tras la renuncia del presidente Carlos Mesa, atrae adhesiones de la derecha pero es rechazado sin atenuantes por la izquierda y otros sectores, que no están dispuestos a darle tregua si decide tomar el mando en Bolivia.
Este avezado político, prominente dirigente de los socialdemócratas, de 56 años, goza del apoyo de una organización de civiles y empresarios de la próspera región de Santa Cruz, de donde es oriundo. Pero también es objeto del más vehemente rechazo de organizaciones sociales del oeste andino, indígena y pobre de Bolivia.
Este miércoles, por ejemplo, Evo Morales, el influyente líder de los cocaleros, dijo que los cortes de ruta alrededor de Sucre, donde tiene previsto reunirse el jueves el Congreso para resolver el reemplazo de Mesa, se endurecerán para evitar la asunción del Vaca Diez.
Morales advirtió que «no se va a permitir la presidencia de Hormando Vaca Diez, que es parte de la mafia política no sólo de Bolivia, sino de Latinoamérica».
«Santa Cruz lo que apoya es la sucesión constitucional, la democracia, que creemos es algo ordenado», afirmó en cambio Oscar Ortiz, uno de los líderes del Comité Pro Santa Cruz, que propugna un régimen de autonomías regionales.
La suerte de Vaca Diez, «un camba (oriundo de Santa Cruz) de marras», se echará el jueves en Sucre, 740 km al sudeste de La Paz.
Hasta el renunciante presidente Mesa advirtió ante la posibilidad de que Vaca se convierta en presidente, señalando que esto podría conducir a una guerra civil.
Pidió entonces que su puesto sea tomado por Eduardo Rodríguez, presidente de la Corte Suprema de Justicia, quien se encargaría de convocar a elecciones anticipadas.
Vaca Diez, empresario y abogado, antiguo dirigente del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR, del ex presidente Jaime Paz Zamora, 1989-93), parece contar con el apoyo de la mayoría congresal de conservadores, liberales, socialdemócratas y populistas.
Se trata de las mismas formaciones políticas que en el pasado reciente apoyaron, en heterogéneas coaliciones, al derrocado presidente derechista Gonzalo Sánchez de Lozada y a los antecesores de éste, los conservadores Jorge Quiroga y Hugo Banzer.
El MIR y el Movimiento Nacionalista Revolucionario, de Sánchez de Lozada, han anticipado su conformidad con la sucesión constitucional, figura que también recibe la adhesión de las brigadas parlamentarias de las provincias de Beni, Pando y Tarija, además de la de Santa Cruz, por supuesto.
Los opositores izquierdistas de Vaca Diez, el Movimiento al Socialismo, de Morales, el Movimiento Indígena Pachacuti, del jerarca aymara Felipe Quispe (el ‘Mallku’ -líder supremo-) y eventualmente una bancada de disidentes de otras fuerzas que respaldaron a Mesa, apenas consiguen reunir un tercio de los 157 miembros del Congreso.
Acusado por organizaciones sociales indígenas de haber desestabilizado a Mesa, Vaca Diez sería automáticamente investido hasta agosto de 2007, si el Congreso acepta la dimisión de Mesa.
La previsible asunción de Vaca Diez, un hombre de hablar pausado, de gruesa complexión y 1,65 m de estatura, plantea un «problema de inviabilidad política» en una país sumido en una crisis general de proporciones, según el analista Jorge Lazarte.
Vaca Diez, que «significa el retorno de un estilo de hacer política en base de prácticas autoritaria, prebendalismo y corrupción», no tiene ninguna obligación y «va a buscar mantenerse (en el poder hasta 2007) a como dé lugar, intentando sortear los conflictos sociales bajo una combinación de populismo y coerción» estatal, según el sociólogo Alvaro García.
García vislumbra un régimen que, presidido por Vaca Diez, apelaría al Ejército para restablecer el orden en Bolivia.
El poderoso presidente del Congreso «es un hombre muy impopular» entre los sectores sociales de cinco provincias andinas que reclaman que resigne su opción presidencial y amenazan, de lo contrario, con «incendiar el país», según la politóloga Ximena Costa, quien pronostica que este «proceso de ingobernabilidad no ha de permitir que aguante dos semanas» en el poder.
Al tiempo de llamar a los miles de manifestantes indígenas y campesinos -que hace tres semanas sitian las ciudades de La Paz y El Alto en demanda de la estatización de hidrocarburos y la instalación de una asamblea constituyente- a deponer sus medidas de fuerza, Vaca Diez advirtió que «los radicalismos de la izquierda conducen a gobiernos de derecha y totalitarios».