Vacilaciones inútiles

Vacilaciones inútiles

Aquella noche Tizol apenas durmió; abría los ojos en la obscuridad a cada momento. Pensaba en las cosas de su trabajo; daba vueltas en la cama y acomodaba la almohada una y otra vez. Llegó tan temprano a la oficina que el conserje tuvo que descorrer el mamparo del vestíbulo para que entrara. Tizol se metió en el cubículo, tomó su libreta y se sentó. –¿Debo escribir al señor Caperuzo? –¿Qué haré con lo de la viuda Edelmira? Bolígrafo en mano, se agarraba la mandíbula mientras escribía: “Este mes he vendido tres casas de la empresa; he ganado mi dinero y ayudado a mejorar los beneficios de la inmobiliaria”.

“El mes pasado vendí una casa, propiedad de nuestra compañía, y dos de clientes que las habían confiado a esta oficina. Para continuar con lo de la viuda Edelmira, primero hay que comprar la casa, y luego, venderla a ese hombre importante que quiere darla a vivir a su mujer. Sólo entonces se incluiría esta operación en mi “récord” de gestiones. Fue una casualidad que viera el anuncio clasificado y me presentara en la calle Colibrí. El comprador quien lo tiene es Caperuzo; no se sabe todavía si ella venderá o no venderá la casa. El abogado y el cura son consejeros de la viuda”.

“Ahora conozco al padre Servando, al herrero Pirulo, he empezado a tener amistad con la propia Edelmira. –¿Me permitirá leer los papeles de su esposo? ¿Con qué pretexto podré visitarla otra vez? ¿Estará ella segura en estos forcejeos por la propiedad? ¿Y si renunciara a seguir con este caso a mi cargo? Comprar la casa de Edelmira traerá negocios de solares. ¿Ganaría entonces más dinero? ¿O estaría metiéndome en camisa de once varas? ¿Será cierto que el líder del barrio de Edelmira es el cura?”.

–Tizol, qué haces aquí a esta hora? ¿Estás escribiendo cartas de amor? Flor de Betania había asomado la cabeza por encima de la pandereta del cubículo. El hombre dio un respingo. –Me has dado un susto. –Acabo de llegar y he visto la luz del escritorio. La telefonista regresó a su puesto. Tizol estrujó los papeles con ambas manos; se levantó y los tiró al inodoro.

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