MAURO CASTILLO
La vida sexual de los seres humanos es algo tan natural, hermoso y placentero, tal como sucede en todas las especies que pueblan nuestro globo terráqueo. Sabemos que uno de los objetivos del acoplamiento sexual de todas las especies es mantener la supervivencia de todas ellas, evitando así su extinción.
Las especies inferiores actúan bajo el impulso de los instintos que las llevará al acoplamiento periódico, a través de su sexualidad para no perecer. Hoy sabemos que existe una cantidad de especie animal que está a punto de extinguirse menguada por las manos destructoras del hombre y el Estado ha tomado medidas para protegerles.
Solo el hombre tiene la capacidad de pensar y razonar por estar provisto de la valiosa inteligencia, fruto del elevado desarrollo de su cerebro.
Gracias a esa inteligencia y a una amplia vida emocional, el hombre como la mujer disfrutan sus triunfos sociales, pero a su vez, sufren, se angustian, hasta llegar a la depresión ante cualquier fracaso, que haya herido su propio ego.
La vida heterosexual de los humanos tiene como primera aspiración la procreación de sus propios hijos y luego el disfrute de una sexualidad plena.
En ocasiones se pueden presentar ciertos trastornos emocionales, que pueden afectar el acoplamiento adecuado de la vida heterosexual, como son la falta de seguridad en si mismo, el temor al fracaso y el miedo escénico.
Estos estados de angustias embargan regularmente a aquellos hombres muy inseguros y afectados por una gran falta de confianza en ellos mismos y la mujer también inhibida puede ser afectada por carecer de una adecuada educación sexual, que le lleva a crearse muchos temores y dudas al momento de tener sus primeras experiencias coital, en que teme poder sufrir fuertes dolores al producirse la penetración vaginal de parte de su pareja, pudiendo convertirse en anorgásmica (incapaz de llegar a un orgasmo) o quizás frígida (insensible) al estar bloqueada por la angustia que siempre genera todo temor creado por el fantasma de un miedo infundado.
Ante este panorama de la vida sexual del ser humano podemos elaborar un programa de vida que nos permitiría educar a nuestros hijos en condiciones emocionalmente sanas para que su vida sexual sea placentera y feliz, evitando que puedan ser traumatizados por una metodología educativa mal llevada por falta de flexibilidad y rodeado de un entorno trastornador y castrante.
Para que nuestros hijos y los jóvenes que integran las distintas familias dominicanas desarrollen una sexualidad revestida de madurez emocional y de una personalidad equilibrada deben ser orientados por los padres y profesionales de la conducta desde temprana edad.
Las medidas educativas preventivas de las distintas disfunciones sexuales son las siguientes:
Primero:
Que los padres apliquen a sus hijos un desarrollo educativo basado en proporcionarles el cultivo de una firme confianza en ellos mismos, es decir, que se sientan seguros de sí. Que en los momentos que vayan a tener una deseada relación sexual la cumplan a cabalidad y genere la felicidad de su pareja y de ellos mismos.
Segundo:
Que los padres, tutores y maestros les expliquen sin sonrojos los enigmas y preguntas que sobre la sexualidad puedan plantear los hijos o los alumnos, según sus dudas en las diferentes edades.
Tercero:
Que se les provea a los jóvenes pre-adolescentes y adolescentes manuales escritos que les expliquen todo lo relativo a las informaciones propias de las inquietudes que surjan según las curiosidades de las distintas edades.
Cuarto:
Si los padres notan algún tipo de actitud obsesiva como maturbación, onanismo, voyerismo, etc. en la conducta sexual de algunos de los hijos se debe recurrir a buscar una ayuda profesional del área psicosexual con rapidez antes de usar reprimendas o castigos hirientes o vergonzosos para los niños o adolescentes.