La vacunación en adultos ha sido históricamente subestimada, aunque su impacto es igual de significativo que en la infancia. Muchas enfermedades prevenibles por vacunas continúan afectando a la población adulta debido a la pérdida de inmunidad con el tiempo, la falta de dosis de refuerzo o el desconocimiento de que ciertas vacunas deben mantenerse actualizadas.
A pesar de los avances, aún existen brechas en cobertura para vacunas como la influenza, neumococo, tétanos-difteria, hepatitis B o VPH en adultos. Esto se debe en parte a la percepción errónea de que la vacunación termina en la niñez. En realidad, el envejecimiento del sistema inmune y la presencia de comorbilidades aumentan la susceptibilidad a enfermedades infecciosas y sus complicaciones.
Promover la vacunación en esta etapa es fundamental para reducir hospitalizaciones, complicaciones graves y mortalidad asociada. Además, tiene un impacto directo en la economía de los sistemas de salud, disminuyendo el costo de atención médica y mejorando la calidad de vida.
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Como profesionales de la salud, tenemos el deber de educar, actualizar esquemas y recordar que la vacunación es una estrategia continua.
Es importante saber que cada encuentro médico es una oportunidad para verificar el carnet de vacunas, especialmente en adultos mayores y personas con enfermedades crónicas. La prevención no tiene edad; protegerse sigue siendo posible y necesario.