Observamos contagiosos aires políticos virales que ameritan vacunación para no agravar nuestra imperfecta democracia. Provienen del norte y del sur. De Estados Unidos y del Cono Sur: Chile y Perú.
Los contagios no solamente se aplican en salud. Los hay en expresiones artísticas-musicales: temas se ponen de moda; en el deporte existen las rachas; en economía, la quiebra de un negocio, p.e., arrastra otras, incluso a/entre bancos.
La política no es una excepción. Incluso, conformando ciclos. El triunfo de Fidel contra dictadura batistiana (1959) desató furia revolucionaria contra dictaduras militares hasta la caída del Che Guevara a finales de los 60. Durante los 70 las dictaduras militares resurgieron estigmatizadas en Pinochet y Videla, en Chile y Argentina, respectivamente.
Cuando Chávez proclamó el “socialismo siglo XXI”, sustentándose en su riqueza petrolera, Latinoamérica se tiñó de rojo hasta sepultarla el eje Trump-Bolsonaro.
Una de las democracias más paradigmática, en la nación más poderosa del mundo, incluyendo tecnología, ha quedado en entredicho. Procesos legales validarán o no resultados electorales en EEUU.
El gobierno, tradicional hacedor de fraudes, acusa a la oposición de cometerlos. El sistema electoral mismo -abonado con sufragios tardíos, conteos y reconteos desequilibrados, cómputos distorsionados- ha dejado mucho que desear.
Los dominicanos, ubicados “en el patio”, según han afirmado algunos líderes políticos norteamericanos, tenemos sobrada experiencia en estos menesteres y no necesitamos mucho para contagiarnos con esa virosidad.
De resultados electorales norteamericanos dependerá una agenda que puede afectarnos, como la “nacionalización” migratoria. Siendo Biden vicepresidente, apoyó en su visita al país los propósitos nacionalizadores del presidente Medina; en circunstancias que administraciones norteamericanas propician en su nación, documentación no vinculante a la nacionalización.
Del sur provienen otros posibles contagios. Chile en recesión después ser modelo por años de buena gestión económica. Perú está sumido en inestabilidad política, tres presidentes en menos de un mes, por destruir su sistema cuando Fujimori disolvió el Congreso y otras instituciones (1992) reclamando austeridad que nunca se proporcionó y a partidos que lo sustentaban, incluyendo APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana) que a mediados de siglo XX tiñó Latinoamérica con la “izquierda revolucionaria” como consigna.
En ambos casos, desvirtuando el sistema de pensiones tenido como referente en el subcontinente.
Cuidémonos del contagio chileno evitando que la economía caiga en recesión. Rediseñemos nuestra seguridad social para no brindar caldo de cultivo al chantaje populista. Cuidemos nuestro sistema político, respetando institucionalidad constitucional, para no contagiarnos con inestabilidad a la peruana.
Preservemos nacionalidad documentando, no nacionalizando, migrantes. Rescatemos nuestros partidos hasta someterlos a la constitución. Perfeccionemos nuestro sistema electoral preservante del político.
Vacunémonos ante esos posibles contagios del norte y sur.