Vaivenes económicos en el país

Vaivenes económicos en el país

SAMUEL SANTANA
Ha sido una verdadera desgracia el hecho de que durante todo el proceso histórico de la República Dominicana la economía no haya podido mantener un comportamiento sostenido en su crecimiento y desarrollo. El país ha tenido muchos momentos de esplendor, de bonanza y de éxito en las finanzas; sin embargo, han sido muchas las ocasiones en las que no ha sido posible conservar siquiera el vestigio de esos momentos de gloria. Se puede trazar una línea histórica desde le nacimiento de la República hasta el 1962 para apreciar estos vaivenes y sus causas.

Pedro Santana, primer presidente de la República, durante lo que fue su gestión tuvo que lidiar con una crisis económica espeluznante. La población sufrió mucho por los efectos de la devaluación de la moneda dominicana.

En el caso de Buenaventura Báez la situación fue todavía peor. Cuando llegó al poder en el 1849, ya en el país se habían hecho diez emisiones monetarias sin respaldo. Llegó al poder dentro de un contexto en el que habían transcurrido cinco años de crisis permanentes y, por lo visto, nada pudo hacer para superarlos.

Entre lo que fue el 1865 hasta el 1868, tiempo de la Restauración, la producción del país estuvo virtualmente paralizada. En los cinco años que transcurrieron después de esta fecha, Báez postró a los dominicanos en una situación económica calamitosa.

Ignacio María González llegó con mucho deseo de cambio, pero terminó también en el fracaso.

Cuando Luperón el país tuvo un clima diferente con el establecimiento de un sistema impositivo funcional, el fomento de la educación y de la cultura, el pago a los trabajadores, la organización del ejército y el mantenimiento de buenas relaciones comerciales.

La gestión del Padre Fernando Arturo de Meriño recibió un Estado organizado y con unas finanzas boyantes. Esto permitió que los dominicanos disfrutaran de un Estado capitán del progreso. Las arcas se engrosaban más con el pago que hacía Haití por la cuota asignada.

La administración de Ulises Hereaux logró conjugar una situación económica de altas y bajas en el país. El dinamizó el aparato productivo pero hipotecó al país con unos préstamos que llevaron a una gran crisis. Para el 1897 ya su gobierno estaba en la bancarrota. Tan así que las famosas “papeletas de Lilis” no valieran nada. Se considera a su gobierno como uno de los peores que han pasado por nuestra historia, a pesar de haber tenido tantas oportunidades para hacer una gestión eficiente.

Su muerte produjo un gran caos tras los reclamos hechos por los tenedores de bonos y por las presiones que hicieron ante sus gobiernos para lograr el pago.

Cuando Juan Isidro Jiménez llega al poder pasa su mayor tiempo enfrentando la crisis heredada y tratando de ordenar al país. El gobierno de Ramón Cáceres (1906-1911) fue el de mayor éxito económico.

Los controles establecidos, el fomento industrial y los ingresos aduanales permitieron que la economía se dinamizara.

Tres años después, la crisis era tan terrible que la misma sirvió de justificación al gobierno de Estados Unidos para producir en 1916 su intervención, asumiendo el control del aparato estatal.

Del 1918 al 1921 el país vuelve a renacer económicamente con la venta de productos agrícolas, especialmente la caña de azúcar, dando paso a la “danza de los millones”.

Pero en 1921 se cierran los mercados internaciones cuando la producción local funcionaba a toda marcha.

La situación volvió a cambiar desde el 1924 hasta el 1930 con la llegada al poder de Horacio Vásquez.

Y la época más paradójica fue la que transcurrió de 1930 a 1961, pues a pesar de las represiones, muertes y violaciones a los derechos humanos, el general Rafael Leonidas Trujillo sacó al país de todos los vaivenes económicos en que había estado para enrumbarlo por el camino del progreso y del crecimiento económico.

En 1962, a  pesar de las intrigas políticas, el plan Alianza para el Progreso logró dar buenos resultados económicos en el país, el cual favoreció al gobierno del profesor Juan Bosch.

Por lo visto, al recurrir al mismo proceso histórico se puede apreciar algunos elementos comunes que han incidido casi siempre en contra del progreso, del desarrollo, de la estabilidad y del crecimiento de la nación.

Las mezquindades políticas, la ambición de poder y de riqueza, la incapacidad y las intrigas han sido factores que han llevado a que el desarrollo del país no haya podido mantenerse establemente durante toda la historia dominicana.

Nuestro primer presidente, Pedro Santana, fue quien estableció el primer mal ejemplo en cuanto al uso caprichoso de los recursos del Estado con inversiones improductivas y con un afán ciego de alimentar la intriga en el ejercicio del poder.

Durante el período de la Restauración la economía sufrió por las permanentes conspiraciones y por las revueltas, creando inestabilidad y desasosiego en el país.

El mismo Ignacio María González vio dañada su gestión por la lucha de poderes y el uso indiscriminado de los recursos del Estado para alimentar el clientelismo político.

La gestión de  Buenaventura Báez fue, también, notablemente marcada por el terrible fenómeno de la corrupción, y que se ha mantenido perviviendo a través de los años dentro de la administración pública.

Esa misma corrupción afectó al padre Fernando Arturo de Meriño por la oposición que le hizo la Junta de Créditos de la Capital, integrada por un grupo de burócratas que andaban detrás de sus propios intereses sin importarles la suerte de la nación.

El progreso del gobierno de Ramón Cáceres fue bloqueado por militares y opositores políticos que se unieron para desestabilizar la gestión por no recibir los beneficios del Estado a través de la corrupción.

A Horacio Vásquez le favoreció en su política económica la coordinación que se produjo entre el Congreso y el poder ejecutivo.

Empero los planes sanos a favor del país y el progreso que estaba teniendo el gobierno del profesor Juan Bosch fueron malogrados por la cúpula empresarial de entonces, la actitud de la extrema derecha y las predicas de la Iglesia Católica.

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